Universidad Argentina de la Empresa
Instituto de Ciencias Sociales y Disciplinas Proyectuales
Buenos Aires, Argentina
Resumen
Este aporte busca delinear algunas reflexiones, recorridos y evidencias con relación a la generación de conocimientos y enseñanza del paisaje con el entorno fluvial. Para ello planteamos tres momentos para pensar: el entorno fluvial desde la mirada del paisaje, el paisaje originario como referencia y las experiencias de proyectos hasta el presente.
Palabras clave
Enseñanza, Entorno fluvial, Sustentabilidad, Estrategias, Paisaje, Planificación
Recibido
6 de febrero de 2020
Aceptado
29 de mayo de 2020
Introducción
En general, cuando hablamos de ríos, los habitantes de la Región Metropolitana de Buenos Aires pensamos en parajes lejanos, recuerdos de otros tiempos, testimonios de espacios anhelados olvidando que habitamos cotidianamente un sitio con impronta fluvial manifiesta. La destrucción temprana del paisaje urbano en la Región Metropolitana de Buenos Aires ha generado que gran parte de sus imaginarios se relacionen –planteo como hipótesis– con sistemas productivos –ganado, cultivos, bosques implantados– antes que con sus elementos originarios –ríos, bosques, bañados.
Ni los cauces, ni los bordes, ni los humedales vinculados, ni la vegetación y animales autóctonos han generado imaginarios presentes, como sí ocurre a algunos kilómetros, cuando enfocamos los paisajes de provincias vecinas como los pampeanos, entrerrianos y santafesinos. De estos pagos, contamos con muchos ingredientes que también son (o eran) bonaerenses, pero requieren para la visualización una mirada valorativa que los jerarquice.
La investigación y enseñanza de estos aspectos hacen a reforzar el rescate como piezas de patrimonio pero a su vez, sirven para formar profesionales más reflexivos y responsables en la escala del sitio, urbana o regional en la que actuarán.
Afortunadamente, en la actualidad, son numerosos los proyectos que muestran esta visión de rescate, ya sea en espacios micro (jardines, plazas) hasta grandes piezas urbanas consagradas a la conservación (parques, reservas).
Si conservamos estos elementos, tenemos la posibilidad de contar con más salud ambiental para nosotros y para nuestros descendientes, al considerar que los ríos son sistemas complejos con aspectos naturales e históricos que nos ayudan a construir imaginarios desde el plano individual y el colectivo.
El entorno fluvial desde la mirada del paisaje. Imaginarios y (des)valoración
En la Región Metropolitana de Buenos Aires, los ámbitos ribereños han sido objeto de desprecio, de transformaciones profundas, de fragmentación y –como medida extrema– de ocultamiento. Es suficiente con ver o solo evocar la imagen de los bordes con basura, con autos quemados y abandonados en los arroyos de la cuenca del río Reconquista, el color –aun cuando ha mejorado– de las aguas del Riachuelo o el borde casi totalmente artificializado del estuario del Río de la Plata. También se refleja en los cambios producidos en la naturaleza de la región, donde los remanentes de ambientes originarios quedaron reducidos a reservas urbanas ribereñas de unas pocas hectáreas cada una y separadas entre sí, inmersas en la ciudad. La máxima expresión de esta ausencia de valoración, es el entubado de arroyos urbanos como el Medrano y Maldonado, entre otros varios que han dejado a la ciudad de Buenos Aires sin cuencas a cielo abierto, con la excepción casi alegórica del Cildañez en el sur de la ciudad, con un recorrido de solo unos metros hacia la desembocadura.
Algunos entornos fluviales son desconocidos, como ha ocurrido en tareas de planificación de barrios cerrados con loteos vecinos al río Luján enmarcados en pólderes, cuyos vecinos al salir a recorrer la zona costera se enteraban de su condición ribereña (ya que el albardón construido niega o minimiza este registro). En otros extremos, barrios en donde la población desconoce la existencia del río o arroyo según los resultados obtenidos por el equipo de autoridad de Cuenca del río Reconquista (Mármora, 2019). Incluso, podemos plantear que el desvalor aparece ya en viajeros que se quedaron con la apariencia de monotonía, a pesar de no ser un territorio homogéneo (Garavaglia, 2012) y que, como describimos abajo, poseía –y posee– gran variedad de ambientes, comunidades y especies.
Por otra parte, una gran extensión del frente ribereño metropolitano se encuentra modificado, como se observa en las ramblas y paseos costaneros.
El concepto de paisaje implica naturaleza, ambiente y usuarios, donde confluyen los elementos del territorio con la percepción y uso activos por parte de la comunidad. Así la mirada del paisaje suma por medio del diagnóstico de un sitio, las variables de ecosistema, las espacialidades, el programa de necesidades, pero al mismo tiempo valoraciones, percepciones, usos actuales y potenciales, por lo que la apropiación desde la comunidad redunda en un lazo mayor con el proyecto si se identifica con el sitio. Entonces entra en juego otro concepto fundante: el de identidad. Nuestra hipótesis es que a partir de la construcción de proyectos reforzamos la identidad y, a su vez con este componente, valoramos los rasgos regionales del sitio. Para una primera definición podemos pensar en Zygmun Bauman (2007), quien plantea la identidad como un hecho colectivo para armar o construir, elegir opciones y defender dentro de un gradiente de libertad-imposición en el que, la mayoría de nosotros habita una franja intermedia. Esta idea nos empuja a tomar partido por el proyecto: si integramos los elementos de la naturaleza y su carga de valores en la planificación urbana de espacios pequeños, en el espacio público, en el equipamiento verde y en la escala de planificación regional, a través de la percepción lograremos recorrer un camino de valoración de los ríos, arroyos y riberas para consolidar un área metropolitana más sustentable, más saludable para habitar y más rica en cuanto a recursos escénicos.
Para poder realizar este recorrido es fundamental construir una visión valorativa sobre aspectos que no tienen apropiación, simplemente por haber sido destruidos antes de posarse el ojo humano sobre ellos. Esta dimensión estética se vincula con la identitaria, ya que a partir de la educación imperante, la naturalización de un canon repercute en la percepción-valoración y por ende, en este caso, en la conservación de la naturaleza. Un buen ejemplo de estas ideas es el concepto de aterritorialidad del barrio cerrado, que plantean Patricia Pintos y Patricio Narodowski (2012), quienes descubren un vacío de contenidos en estos proyectos, cercano a la dimensión antropológica de los no lugares de Marc Augé (1996).
Este hecho se verifica en la escala local, pero también en la latinoamericana, tal como se describe en el ya clásico Las venas abiertas de América Latina de Eduardo Galeano (2003), con lo que cabe repensar el vínculo con las herencias de Europa por medio de referentes políticos, de viajeros e intelectuales de la época de construcción de nación quienes no necesariamente aportaron a la jerarquización de los paisajes regionales. En esta clave, alcanza con repensar las frases poco felices de Domingo Faustino Sarmiento (2006), tales como:
¿Qué impresiones ha de dejar en el habitante de la República Argentina, el simple acto de clavar los ojos en el horizonte, y ver… no ver nada; porque cuanto más hunde los ojos en aquel horizonte incierto, vaporoso, indefinido, más se le aleja, más lo fascina, lo confunde y lo sume en la contemplación y la duda? (p. 49).
Muchas de estas reflexiones las han tratado autores locales, cuyas obras son insumo tanto para estrategias como para debates y reflexiones (Silvestri, 2011 y 2003; Gorelik, 2010, entre otros).
Por lo dicho arriba, es clave pensar los entornos de ríos y sus afluentes, como oportunidades para proyecto, donde además de la calidad de agua y las variables ambientales a monitorear (como calidad de suelo, erosión de bordes, vegetación, peces y anfibios y animales terrestres silvestres), es importante integrar la mirada del otro, que es vecino que se encuentra con su par, transeúnte que camina a su casa, persona de compras, niño jugando, adolescente pensando su futuro, oficinista almorzando, pareja comiendo una merienda o decisor que ejerce su poder, para valorizar al ambiente. Todas estas acciones se desarrollan en el espacio público, aunque no exclusivamente, como ámbito por antonomasia para el ejercicio de construir calidad escénica y de ambiente.
El paisaje originario como referencia. ¿Qué había en Buenos Aires antes de Buenos Aires?
Nuestra tarea de investigadores y docentes del paisaje tiene que ver con jerarquizar el espacio exterior, las áreas verdes y para ello, empezamos por difundir los elementos que existían previamente a las urbes de la actual área metropolitana y de ese modo podemos pensar en dar a conocer para luego lograr conservar. Como cualquier aspecto del patrimonio, es imposible cuidar o al menos valorar lo desconocido, por lo cual la presencia de estas temáticas en ámbitos de educación y extensión es fundamental. Por ello proponemos comprender una pincelada de la fisonomía del paisaje de este sitio, especialmente como transición de varias ecorregiones –o regiones naturales de ambientes, suelos, geología, clima, flora y fauna– que podemos tomar de autores numerosos (APN, 1999; Brown y Pacheco, 2006; Morello, Matteucci, Rodríguez y Silva, 2012). Así, logramos entender la actual Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA) como una gran llanura con pastizales y arbustales (pampa), con cursos de agua envueltos por bosques de ribera, matorrales, selva y juncales (delta e islas) y con barrancas y suelos elevados de conchillas (deposiciones marinas) habitados por bosques xerófilos, es decir asociados a la sequedad (espinal).
En el Cuadro 1 se muestran algunos de estos tipos de vegetación, con comunidades de plantas que las representan y áreas naturales que aún mantienen vestigios de naturaleza regional.
Cada ecorregión, representada por comunidades definidas por condiciones de geomorfología, suelo, clima, cercanía a los cursos de agua y fauna, se expresa en especies diversas.
De ese modo podemos mencionar pastizales de gramíneas y herbáceas varias (cortadera, pasto colorado, flechillas) que son muestrario de las pampas; selvas con árboles (laurel criollo, chal chal, mata ojo), acompañados por arbustos, hierbas, trepadoras y epífitas; muy cerca de las selvas, los bosques de riberas (ceibales y sauzales), pajonales, juncales y formaciones flotantes que indican delta e islas.
Finalmente como comunidades de espinal, se observan las que crecen en las barrancas y suelos no anegadizos como los de conchillas (bosque de tala, coronillo y varias especies acompañantes). Para tener noción de la paleta potencial de especies para el proyecto, es suficiente pensar en la región de la Cuenca del Plata cuenta con más de 700 especies de plantas (Bo, Kalesnik y Quintana, 2002), en un universo de alrededor de 2 mil especies a escala provincial (Zuloaga, Morrone y Rodríguez, 1999). Algunos ejemplos se indican en el Cuadro 2, en cuanto especies que representan comunidades, dentro de ecorregiones locales.
Además del conocimiento en relación con el valor patrimonial y, por lo tanto, cultural de estos rasgos del área, podemos pensar que las características del paisaje originario aportan elementos y procesos para planificar una ciudad más sustentable, más fácil de manejar y con sistemas de espacios verdes más austeros, identitarios y contemporáneos. Es decir, podemos visualizar los vestigios como paisajes de referencia para el proyecto actual, de modo de reintroducir las especies y sus procesos naturales que contribuyen al funcionamiento del ecosistema del modo más autónomo y, por ello, más económico posible.
Como una forma de jerarquizar una acción en el paisaje del entorno fluvial, es recomendable visualizar cada punto en relación con la región, en cuanto sistema complejo integrado. Este hecho es destacado especialmente a la hora de enfocar una cuenca como biocorredor. Este último concepto, el de corredor ecológico o biocorredor, se relaciona con el aporte de la ecología del paisaje, que propone tres variables para leer el territorio: parches, cada pieza verde urbana, vinculada a otra por medio de corredores (sistemas lineales conformadas por vegetación natural o seminatural), en medio de una matriz (contexto que puede ser netamente urbano, pero también industrial, de cultivo, ganadero, entre otros). A su vez, si se plantean otros tramos lineales que unan parches, se organiza un escenario de circuitos, donde la fluidez de animales, plantas, genes en general, será mayor. Numerosos autores han trabajado esta visión (Burkart, 2016; Burgueño, 2014; Garay y Fernández, 2013; Hobs, 2002; Forman, 1995; Forman y Godron, 1986; entre otros) que puede ser complementada con el concepto de corredor paisajístico, turístico o productivo. Son numerosos los casos de corredores de valor cultural (aunque también biológico o funcional) donde los paisajes adquieren valor, como ocurre con el parque del High Line como caso urbano (Friends of the High Line, 2019) y en la escala regional el Camino del Gaucho (Celecia, 2001). Estos elementos se muestran en el esquema de la Figura 1, cuyos elementos fundamentales se pueden encontrar ejemplificados en cualquier sistema urbano y contexto ribereño.
Las experiencias de proyectos hasta el presente. Investigación y enseñanza de casos
Vivimos un momento de cambios de mirada, en el que, de manera incipiente, se visualiza una integración que plantea más diálogo y respeto por los valores de ambientes prístinos. Hemos tomado conciencia como sociedad de las implicancias de despreciar el medio y destruir el ambiente. Hace tiempo se viene insistiendo localmente sobre que la necesidad de cuidar y alguna manera convivir, puede ser un criterio posible, tal como lo plantearon en escala universal en la teoría de Gaia Lovelock (2007), o más de un siglo antes Henry David Thoreau (2011) en su libro sobre la vida en los bosques, o naturalistas locales como Ricardo Barbetti (2009). No podemos dejar de mencionar científicos como Martín Doello Jurado (1913) quien con visión de vanguardia planteó la inquietud de crear un área de reserva urbana por la presión de uso del suelo. También Domingo Parodi (1940) o Ángel Cabrera Latorre (1949) describieron vestigios del paisaje local con preocupación por la destrucción creciente, con testimonios que nos llegan al presente como orientación para su restauración y manejo a partir de los relevamientos y registros de los paisajes de la región.
Para traducir estas descripciones que muestran bosques en la actual ciudad capital del país, matorrales en áreas que hoy son barrios privados, selvas reemplazadas por rellenos de escombros o humedales sepultados por refulado, producto de emprendimientos comerciales, es necesario producir conocimiento transferible al proyecto y posible de comunicarse a futuros planificadores. Eso hacemos los docentes e investigadores del paisaje en el marco de asignaturas de grado de universidad, de cursos de posgrado y en espacios de extensión, de carreras de licenciatura del paisaje, como de arquitectura y agronomía. Si bien, en la actualidad en numerosas facultades de arquitectura de universidades del país, no es obligatorio el contenido de paisaje, cuando la materia se dicta –sea en grado o en posgrado– es una oportunidad para generar escenarios de debate, reflexión y enfoque de casos y ejercicios de planificación y diseño acordes a la actualidad de la región y del país. Además, los espacios de actualidad en concursos sobre espacio público proyectados por gobiernos o entes privados, ofrecen escenarios de debate y ejercicio de las profesiones afines al paisaje y el urbanismo.
La investigación “Epistemología y enseñanza de la disciplina del paisaje. Recorridos y desafíos hacia la sustentabilidad”, con sede en la Universidad Argentina de la Empresa (UADE) Carrera de Arquitectura, tiene como objetivo elaborar metodologías de investigación y enseñanza de la disciplina de diseño y planificación del paisaje local y regional. A su vez, plantea la necesidad de reflexionar sobre la dimensión de sustentabilidad del paisaje y su papel en la elaboración de saberes, recopilar formas de impartir conocimientos y procesos en el diseño del paisaje, diseñar estrategias para construir conocimiento plural y de actualidad de esta disciplina.
Postulamos algunas herramientas para enfocar la transmisión de conocimientos sobre el paisaje en relación con el proyecto de arquitectura y urbanismo. Nos proponemos la investigación de procesos y recorridos hasta la actualidad (relevamiento de contenidos, estrategias de generación de conocimientos y transferencia, en ámbitos diversos); registro de estrategias didácticas en la enseñanza del diseño del paisaje, consultas a referentes (encuestas a investigadores, docentes y extensionistas del paisaje para registrar metodologías, hallazgos y aportes sobre la especialidad y su enseñanza); encuestas de alumnos para integrar otros puntos de vista y especialmente el de usuario, destinatario y alumno y realizar registros de metodología y dinámica de talleres de extensión y divulgación en ámbitos universitarios y de educación no formal. También se lleva adelante el diseño de estrategias de evaluación (mecanismos de evaluación alternativos a los métodos frecuentes: examen tradicional, entrega de proyecto, por medio de actividades de integración de contenidos, trabajos de diseño grupal y uso de teoría de la especialidad en casos simulados o existentes), por lo que se espera que la evaluación sea un momento de aprendizaje y no solo de calificación. Finalmente, se propone la planificación del monitoreo, midiendo los alcances de cada proceso –generación de conocimientos, enseñanza, aprendizaje, aplicación, entre otros– para aportar los ajustes necesarios para potenciar los resultados.
La idea central es que los estudiantes en contacto con el paisaje puedan tener más herramientas y mayor sensibilidad a la hora de enfocar problemas urbanos y regionales para proponer proyectos que aporten soluciones. De hecho, muchos de esos conocimientos aplicados se reflejan ya sea en los remanentes de paisaje natural que se conservan y en proyectos contemporáneos que los evocan. Hay que resaltar las áreas naturales con proyectos y marcos normativos recientes como la Reserva Municipal Los Robles (Moreno) pionera desde 1989 como área pública, naciente del río Reconquista; sobre el mismo curso, aguas abajo, la Reserva Municipal El Corredor (San Miguel); sobre el Río de la Plata, el Parque Natural Municipal Ribera Norte (San Isidro), uno de los únicos sitios donde se registra la pendiente y ambiente natural como interface ciudad-río; y las áreas recientemente creadas por la ciudad de Buenos Aires, el Parque Natural Lago Lugano (sobre el Riachuelo) y la Reserva Ecológica Ciudad Universitaria-Costanera Norte, de la Ciudad Universitaria de la Universidad de Buenos Aires (UBA) en Nuñez, entre otros.
Para los ciudadanos del AMBA, es un buen ejercicio ver la convivencia y el buen vínculo entre la ribera y el río en ciudades litoraleñas como Gualeguaychú, Rosario, Concepción del Uruguay o Santa Fe, cuyos bordes no son solo atractivo escénico, recreativo y turístico, sino también indicador de salud ambiental.
Algunos casos
Las tendencias de valoración del paisaje natural se visualizan en Europa, donde varias ciudades que han arrasado con el paisaje originario crean reservas urbanas en espacios en desuso (como La petite ceinture de París, o el Richmond Park en Londres) o en Estados Unidos (Nueva York con el High Line es una referencia estética al menos en cuanto a proyecto de paisaje). A modo de mostrar aplicación local en algunos proyectos que integran diálogo con el entorno fluvial, enumeramos los concursos recientes de Costanera Norte-Distrito joven sobre el borde vecino a Vicente López; el del Paseo del Bajo (ciudad de Buenos Aires) y el proyecto del Parque de la Biblioteca de la Constitución (de la ciudad de Santa Fe, sobre el río Santa Fe).
La franja de Costanera Norte-Distrito joven permite enfocar una relación con el río que luego de desaparecido el balneario resulta imprescindible para los porteños. Si bien la obra es un relleno que avanza sobre las aguas del borde, posibilita la propuesta de otras ideas de restauración. Este espacio ofrece el potencial de reenfocar la balneabilidad de la ribera de la ciudad, como concepto de utopía e indicador de calidad de aguas, pero también de hábitat para la vida silvestre y de atractivo escénico.
En cuanto al proyecto del Paseo del Bajo, este concurso posibilitó el armado de un equipo interdisciplinario con mirada integradora del espacio, abocado a intervenir puntualmente en relación con el entorno urbano (Puerto Madero, Casco histórico, San Telmo y Microcentro), donde la necesidad de ordenar el tránsito pesado (en trinchera) posibilitó la planificación de plazas que cruzan el paseo con vegetación silvestre que evoca los paisajes originarios. El diseño de la vegetación propuesta ha sido en tramos según ecorregión a representar y el vínculo físico con la Reserva Ecológica Costanera Sur y el entorno urbano de calles y avenidas.
La experiencia participativa del Parque de la Biblioteca de la Constitución (Santa Fe), resultó de gran riqueza; en ella planificadores, arquitectos, urbanistas, biólogos y educadores de áreas diversas de gestión municipal interactuaron con la comunidad presente, representada en la universidad local, organizaciones no gubernamentales de la ciudad y otras vinculadas con pueblos originarios de la región. En esta pieza urbana que acompaña al edificio del museo propiamente (objeto de concurso de ideas), articula el espacio público con otros sitios del borde urbano de Santa Fe por medio de la circunvalación como corredor biológico y paisajístico. Varios de estos espacios tienen un rol de reservorio hídrico, al que la ciudad por medio de una normativa de conservación creó la red municipal de reservas urbanas. A su vez, estas oportunidades de apropiación con el espacio verde, generan un marco de diálogo con el río, sus riberas, islas y paisajes originarios aún presentes en las inmediaciones metropolitanas santafesinas. Entre otros aspectos de diseño, se planificaron bosquetes, matorrales y humedales que muestran los sistemas silvestres de borde, a la vez que se planificaron áreas libres de corte de césped para reintroducir los pastizales nativos.
También la vegetación natural de estas geografías ha sido reintroducida en ámbitos urbanos como la Plaza Manzana 66, el Parque de la Estación –barrio de Balvanera– y la Plaza Clemente –Chacarita– todos en la ciudad de Buenos Aires.
Estos espacios tienen como eje la sustentabilidad en la búsqueda de propuestas, lo que traduce en la elección de materialidades, el manejo amigable con la salud humana y ambiental (evitar uso de agroquímicos), la propuesta de potenciar la superficie absorbente como retardador, el ahorro de agua de riego, la captación de agua de lluvia, el uso de especies nativas regionales (no solo americanas o argentinas de otras regiones), el planteo que encaje dentro del concierto urbano de corredores (y no como pieza de intervención aislada), entre otros.
Como forma de esbozar una epistemología de la disciplina del paisaje, podemos pensar la construcción de conocimientos como una mesa de diálogo de saberes, donde confluyen ciencias como la Biología, Ecología, Geografía, Sociología, con las áreas de diseño –Arquitectura, Urbanismo, Diseño Industrial. Así se debaten planteos que van desde las intervenciones activas hasta los manejos pasivos de los sistemas, donde restauración ambiental y diseño de espacios son extremos de un continuo de tareas que hacen al proyecto.
La restauración trabaja reconociendo, promoviendo y aprovechando la regeneración natural. Los resultados que persigue no deben depender de subsidios externos para mantenerse, deben ser sostenibles en las condiciones biofísicas y culturales presentes y en las previsibles a corto y mediano plazo (Camargo Ponce de León, 2007).
Así encontramos restauración pasiva –cuando los ecosistemas tienen la potencialidad de recuperarse naturalmente si el disturbio cesa y si se dan las condiciones para que los elementos propios logren recolonizar– y la restauración activa –en los casos que los sistemas no posean esa capacidad, por lo cual debe acelerarse el proceso o iniciarlo para la recuperación– (Lamb y Gilmour citado por Pérez, Rovere y Farinaccio, 2010).
De alguna manera, situado en el otro extremo del espíritu planteado, el diseño urbano ha llevado al actual divorcio de la ciudad con el río, mediante acciones tradicionales, con construcción de defensas, ejemplificadas con los proyectos de Forestier, Carrasco, Comisión de Estética Edilicia, entre otros, que forjaron un encuentro de la ciudad con el río por medio de la rambla, de la costanera construida. Estas ideas pusieron a la ciudad de Buenos Aires como localización de las primeras estrategias urbanísticas que fijarían su atención sobre la ribera (Fedele, 2011), en un marco que tenía como protagonista el aporte de los paisajistas franceses como Edouard André, Eugène Courtois, Joseph Bouvard, Jean Forestier y Carlos Thays, entre otros (Berjman, 1998).
Podríamos afirmar, que la encrucijada actual frente al cambio global, requiere integrar miradas de diseño, planificación con otras vinculadas a la restauración e incluso conservación del paisaje como mecanismo posible para conformar espacios sustentables.
En la Figura 2 se muestran las tareas relacionadas a la especialidad y un gradiente natural-artificial en el espacio de acción.
Palabras finales
Con estas ideas planteamos algunos ingredientes para enfocar la franja ribereña como sistema destacado en la ciudad para aplicar criterios de sustentabilidad y medir indicadores de éxito en estos términos.
Postulamos que los ríos no son solo conductos para transportar fluidos, sino sistemas complejos con geología, clima, suelo, relieve, flora, fauna, historia y percepción que nos ayudan a construir imaginarios desde el plano individual y el colectivo.
Es para conseguir un mejor diálogo con estos espacios que planificamos actividades de investigación, docencia y extensión capaces de promover no solo el conocimiento sobre los sistemas ribereños, sino la sensibilidad necesaria para sumar lineamientos de proyecto a la hora de elaborarlos ■
REFERENCIAS
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Burgueño, G. (Noviembre 2020 – Abril 2021). El entorno fluvial como imaginario de paisaje. Investigación y enseñanza de la sustentabilidad. [En línea]. AREA, 27(1). Recuperado de https://area.fadu.uba.ar/area-2701/burgueno2701/