¿Un plan perfecto? El ingreso de Mario Buschiazzo a la Academia Nacional de Bellas Artes y sus efectos en la historiografía argentina


Centro de Investigaciones en Arte y Patrimonio
Universidad Nacional de San Martín
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas

Resumen

En este artículo se analiza el ingreso del arquitecto Mario J. Buschiazzo a la Academia Nacional de Bellas Artes (ANBA) como un momento específico de su trayectoria profesional y se explica cómo durante su período de gestión (1963-1970) desarrolló acciones concretas relacionadas con el área de publicaciones y con los temas de investigación que fomentó, en paralelo, desde su instituto en la universidad. La principal idea es que el intercambio entre estos espacios dedicados al estudio y difusión del patrimonio –en la UBA y la ANBA–, se mantuvo limitado y adaptado a los intereses de Buschiazzo, en lugar de propiciar acciones a largo plazo. El ingreso a la ANBA una década más tarde de historiadores formados junto con él en el seno del Instituto de Arte Americano e Investigaciones Estéticas, presentó nuevas posibilidades de expansión en proyectos editoriales y en asociaciones con otros organismos.

Palabras clave
Arquitectura, Patrimonio, Academias, Universidad

Recibido
4 de octubre de 2022
Aceptado
10 de enero de 2022

En la historia de la historiografía del arte y de la arquitectura argentina, el papel del arquitecto Mario J. Buschiazzo (1902-1970) ocupa un lugar clave por diferentes razones. Se lo ha estudiado para comprender las acciones patrimoniales sobre los edificios históricos a raíz de su participación en reparticiones locales como la Comisión Nacional de Museos y Monumentos (CNMMyLH) (Schávelzon, 2008; Marinsalda, 2016; Herr y Rolón, 2018) y también se ha reconocido su acción pionera en la promoción los estudios artísticos en el ámbito universitario con la creación del Instituto de Arte Americano e Investigaciones Estéticas (IAA) dentro de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo (FADU) de la Universidad de Buenos Aires (UBA) (de Paula, 1996-1997; Pando 1996-1997; Gutiérrez, 2004; García, 2020). Sin embargo, su rol como académico no se volvió objeto de trabajos específicos, más allá de menciones relacionadas con el carácter tardío de su incorporación a la Academia Nacional de la Historia (ANH) y a la Academia Nacional de Bellas Artes (ANBA) en la década del sesenta, después de la muerte del arquitecto Martín Noel (1888-1963) (Gutiérrez, 1995).

La invitación a participar de las academias nacionales no constituyó tan solo la habilitación de un sitial hacia un erudito reconocido por sus pares a modo de acto meramente administrativo; esto es, la ocupación de un lugar disponible a raíz de la partida de otro miembro del cuerpo. Por el contrario, para la comunidad intelectual significó, creemos, la adjudicación de un reconocimiento merecido desde hacía muchos años y, para Buschiazzo, una oportunidad. Precisamente, porque a raíz del enfrentamiento con Noel a finales de los años cuarenta, el arquitecto tuvo vedado el acceso a aquellos espacios. Ese es un punto de partida inevitable para entender, en particular en el caso de la ANBA, las distintas estrategias que desplegó Buschiazzo para afirmar su liderazgo e intentar modificar desde dentro ciertas prácticas institucionales que se encontraban todavía muy vinculadas a la impronta de Noel, quien estuvo al frente de aquella entidad durante 25 años.

Este artículo [1] recupera algunas ideas presentadas en nuestra tesis doctoral [2] con el objetivo de repensar el tránsito de Buschiazzo en la ANBA y de evaluar en qué medida dicha experiencia contribuyó a favorecer su perfil profesional. Para ello, sumaremos nuevas fuentes y líneas de lectura relacionadas con los efectos que tuvo su presencia en el organismo más allá de su propia figura. Nos referimos, en concreto, a la incorporación de otros especialistas provenientes del ámbito universitario, en carácter de académicos y también como colaboradores en las publicaciones, durante las décadas de los años sesenta y setenta. La principal hipótesis que aquí planteamos es que la gestión de Buschiazzo a lo largo de siete años estuvo centrada en favorecer su propio proyecto institucional dentro de la UBA y que el mentado puente entre la academia y la universidad, que prometió construir en su discurso de ingreso, no logró intercambios sustantivos. En cambio, sus intenciones mantuvieron un nivel programático, donde la ANBA permanecía como un espacio profundamente distinto al que había podido construir en el interior de la UBA desde los años cuarenta.

El esquema de este trabajo es el siguiente: presentamos un primer repaso sobre las relaciones entre Buschiazzo y la ANBA y una breve caracterización de la previamente estudiada polémica con Martín Noel. Seguido de eso, contextualizamos su ingreso al organismo y las primeras intervenciones que tuvieron lugar en los años sesenta. En este punto planteamos una lectura comparativa entre la situación de la ANBA y los proyectos de investigación y docencia desarrollados dentro del IAA. El cierre del trabajo constituye un balance orientado a observar las acciones de figuras como Héctor Schenone (1919-2014) y Adolfo Ribera (1920-1990) y evaluar de qué manera la historiografía artística mantuvo o atenúo los contrastes entre la academia y la universidad.

Un conflicto abierto

La “polémica Noel-Buschiazzo” fue estudiada por primera vez por Ramón Gutiérrez (1995), quién recobró la correspondencia entre los arquitectos y señaló la relación con las notas bibliográficas aparecidas en la revista Anales del Instituto de Arte Americano e Investigaciones Estéticas publicada por el IAA. Más recientemente, se incluyeron otros elementos como las intervenciones de Héctor Schenone y Adolfo Ribera y los antecedentes de Buschiazzo en el ejercicio de la crítica bibliográfica (García, 2016; 2020). Otros estudios han incorporado parcialmente esta polémica como marco de lectura de los proyectos historiográficos del IAA y de su publicación oficial (Penhos, 2011). La contienda siguió un itinerario preciso que tuvo como punto de partida un cuestionamiento a los proyectos editoriales desarrollados por la ANBA. Fue en un intercambio por correspondencia con Noel cuando Buschiazzo decidió manifestar su decepción con ciertos aspectos de la colección Documentos de Arte Argentino (DAA), donde observó, principalmente, errores de contenido y expresiones imprecisas. Estas cartas funcionaron como una advertencia para una crítica pública que, en diferentes etapas, llevó adelante la revista Anales desde su sección “Notas bibliográficas”. Aunque el interés que motivaba la evaluación sistemática de la producción contemporánea involucró a otros especialistas que también participaban de la revista, como Guillermo Furlong, Héctor Schenone y Adolfo Ribera, lo que cristalizó a largo plazo como un hito de la historiografía artística local fueron los comentarios de Buschiazzo en el número 2, que motivaron la réplica de Noel en un boletín ad hoc preparado por la ANBA (1950) y la respuesta final de Buschiazzo en el número 3 de la revista.

Si volvemos brevemente a la mencionada nota de Anales, las primeras palabras de Buschiazzo marcan la temporalidad de su reclamo y el desinterés de la ANBA al respecto

En varias ocasiones, y por diversos conductos, se hizo llegar a las autoridades de la Academia Nacional de Bellas Artes la crítica adversa sobre muchas de las publicaciones por la cantidad de errores que contienen. Lamentablemente, parecería que esas voces no han sido escuchadas (Buschiazzo, 1949b, p. 131).

Esta última frase encierra una idea clave y marca dos escenarios muy claros; por un lado, sitúa a la ANBA como una institución desinteresada por las objeciones de la crítica especializada, y por otro, presenta al IAA como el espacio en pugna que alojaba esas “voces” por fuera de los ámbitos de influencia.

Al igual que otros especialistas externos a la ANBA, el mismo Buschiazzo participó de las colecciones dedicadas a la divulgación del arte y de la arquitectura con foco en el período colonial. Su última intervención fue para el prólogo al Cuaderno VI de la colección Documentos de Arte Colonial Sudamericano (DACS), dedicado al templo de San Francisco de La Paz. Al igual que en sus participaciones para la colección DAA desde principios de los años cuarenta, donde elaboró textos provistos de guiños metodológicos sobre las virtudes de producir una historia de la arquitectura documentada y rigurosa, este prólogo introduce un gesto audaz que cobra particular relieve por ser inmediatamente posterior a las reseñas de Anales. Buschiazzo se atreve, en las páginas de una colección liderada por Noel, a evocar al madrileño Vicente Lampérez y Romea (1861-1923) en referencia a su célebre conferencia de 1922, donde “reveló ante los críticos españoles la existencia de toda una arquitectura americana, de raigambre hispana pero sustancialmente modificada por la ornamentación de carácter mestizo” (Buschiazzo, 1949a, p. XVI).

La intención de cuestionar la acción pionera de Noel pasando por alto sus contribuciones en torno a las teorías fusionistas (Noel, 1915; 1921) resultó efectiva; el mismo Noel la recobró en el mencionado boletín elaborado por la ANBA. Estos elementos contribuyen para pensar en un conflicto personal entre los arquitectos donde se filtraron cuestiones que eran intolerables para Noel. En otras palabras, podía intuir los alardes letrados de Buschiazzo en su rol de comentarista invitado, pero no estaba dispuesto a permitir una afrenta que opacara su prestigio profesional.

En ese marco, Buschiazzo abrió un frente de conflicto en el interior de un organismo oficial que, desde su creación, había mantenido un rol innegable en la divulgación del patrimonio nacional a partir de las decisiones de un grupo selecto liderado por Noel. Amparado en la nueva autoridad que le otorgaba el espacio universitario desde la creación del IAA, puso al descubierto que la homogeneidad de los proyectos encarados por la ANBA era tan solo aparente y que sus propuestas editoriales eran susceptibles de profundos cuestionamientos.

Resulta innegable que el poder de Noel dentro de las academias nacionales haya logrado obstaculizar la entrada de su colega. Esta situación se comprueba al revisar los antecedentes profesionales con los que contaba Buschiazzo desde la década del cuarenta (como restaurador, historiador y profesor titular universitario) y también al considerar algunas señales indirectas. Por ejemplo, cuando Armando Braun Menéndez [3] en su discurso de presentación para el ingreso de Buschiazzo en 1965 en la ANH, planteó un repaso meticuloso de su actuación en el ámbito local que apuntaba, principalmente, a poner de manifiesto la legitimidad de un reconocimiento hacia quién desde hacía décadas venía acumulando honores. En esa dirección, Braun hace notar que la invitación de las academias le había llegado a Buschiazzo primero desde el extranjero –Venezuela, Panamá, España, Bolivia y Uruguay– y no desde su país de origen, en sintonía con el refrán bíblico de que “nadie es profeta en su tierra”. Como se ha observado en otros trabajos (García, 2016) el propio Buschiazzo quiso reparar situaciones similares una vez dentro de la ANBA, cuando motivó la incorporación del español Diego Angulo Iñiguez (1901-1986) como académico correspondiente y manifestó el injusto retraso de la designación para una figura de su renombre. En esa ocasión Buschiazzo no lo expresa, pero hay algo que resulta un tanto obvio: Angulo Iñiguez también disputaba con Noel el mote de pionero para los estudios hispanoamericanos (al igual que Lampérez y Romea) y el hecho de que, como presidente de la ANBA, Noel lo haya mantenido al margen de una institución liderada por su trayectoria en temas de patrimonio artístico, dejaba al descubierto prácticas institucionales ligadas a sus privilegios.

Buschiazzo académico

El archivo de la ANBA conserva algunos registros sobre la incorporación de Buschiazzo y sobre la ceremonia que se llevó a cabo para recibirlo como nuevo integrante. Estos se complementan con otros de la prensa, que también informó sobre la renovación de los sitiales y sobre los perfiles de los nuevos académicos que se sumaban en ese mismo período: el arquitecto Braun Menéndez, quien trabajaba con Buschiazzo en el IAA desde sus inicios, y el pintor Juan Carlos Castagnino. Sin embargo, hay detalles que las actas de sesiones, las cartas de invitación y las palabras de camaradería no llegan a expresar sobre las decisiones que condujeron al cuerpo a convocarlo. El acta del 8 de agosto de 1963, donde quedó asentada la elección de los nuevos académicos, solo refiere a los “reconocidos méritos” [4] de los elegidos y, al momento, no hemos identificado reuniones previas que brinden pormenores sobre el juicio de cada miembro respecto de los candidatos.

El documento más contundente para comprender la actitud de Buschiazzo en su nuevo rol de académico lo constituye el discurso de ingreso a la entidad [5], donde se ponen de manifiesto algunas cuestiones que quisiéramos subrayar. En primer lugar, el reconocimiento que hace de la ANBA como institución cultural y de dos de sus miembros arquitectos como ejemplos de notoriedad intelectual: Alberto Prebisch y Amancio Williams. La “postura de avanzada” del primero y el alcance internacional del segundo, favorecen un gesto muy preciso de Buschiazzo, orientado a eludir por completo a la figura de Noel y mantenerla en su discurso de manera indirecta; como parte de otra época de la ANBA, latente en las sombras la tradición.

El segundo punto de este discurso, y el más significativo, atañe a su propuesta: la de retribuir con aportes concretos la consagración que acompañaba la adjudicación del cargo. Como veremos más adelante, esta etapa de Buschiazzo académico es paralela a una evolución del IAA que comenzó a mediados de la década del cincuenta y que logró materializarse en proyectos editoriales específicos a principios de la década siguiente. En nombre de esos importantes avances, es que Buschiazzo ubica al IAA como modelo institucional por su capacidad de establecer intercambios con otros espacios extrauniversitarios y de diferenciarlo, de este modo, de un organismo cultural estanco y cerrado sobre sí mismo. Este gesto también marca su lugar de procedencia y la promesa de producir una transformación dentro de la ANBA, “la especial circunstancia de actuar preferentemente en las esferas universitarias, facilita nuestra posición al tender un puente entre dos altos organismos cuyas actividades fluyen parcialmente, ambas en el campo de las especulaciones intelectuales, pero sin mayores puntos de contacto” (Buschiazzo, 1963).

Las palabras de Buschiazzo guardan una particularidad respecto de las disertaciones de ingreso a las academias nacionales, donde el señalamiento de los logros profesionales y los temas de especialidad del miembro recipiendario corren por cuenta de otro académico encargado de darle la bienvenida [6]. El arquitecto modifica ese esquema al reforzar en su propio discurso la necesidad de involucrar los avances de la historia del arte producida en la universidad desde los años cuarenta a partir del impulso de su instituto, algo que paralelamente lo colocaba como protagonista dentro la historiografía local y como una voz de renovación dentro de la ANBA.

Figura 1
[Izquierda] Recorte del diario La Nación del 26 de setiembre de 1963.
Fuente: digitalización propia.
Figura 2
“Momento en el que el nuevo miembro de número de la Academia Nacional de Bellas Artes, arquitecto Mario J. Buschiazzo, hace uso de la palabra para agradecer su incorporación a dicha Academia, acto que se realiza en sede oficial de la misma en el Museo Nacional de Arte Decorativo”.
Fuente: AGN – Archivo de Documentos Fotográficos. Inventario. B 112.516.
Figura 3
Tarjeta de invitación al acto de incorporación de Mario Buschiazzo como miembro de la Academia Nacional de la Historia. Archivo Buschiazzo, ANBA.
Fuente: digitalización propia.

A su vez, es preciso comparar este discurso con el que brindó durante su llegada a la ANH dos años más tarde. Su presidente, Ricardo Zorraquín Becú, esclareció el origen de la incorporación de Buschiazzo en ocasión de su recepción, “elegido por unanimidad el año pasado para reemplazar a don Martín Noel […] su nombramiento mostró el deseo de seguir contando, en nuestra corporación, con un eminente cultor de la historia del arte y especialmente de la arquitectura” (ANH, 1965, p. 77).

Efectivamente, el comentario de Zorraquín Becú habla de la propia historia de la ANH, ya que quién había inaugurado el interés por incluir este tipo de especialistas fue Noel, incorporado a la Junta de Historia y Numismática Americana [7] en 1918 por su aporte al estudio de la arquitectura hispanoamericana como tema de interés para la historia nacional. Buschiazzo no esquiva ese legado y lo articula en su propio discurso, titulado “La restauración de los monumentos históricos en la República Argentina”. La primera parte de su presentación refiere al recuerdo de Noel, el académico cuyo sitial ocuparía de allí en adelante. En este punto Buschiazzo no duda en ubicarlo como un pionero y recupera una intervención fundante: la conferencia que brindó en 1914 presentando ejemplos de arquitectura colonial de Bolivia y Perú luego de sus viajes por la región. Esta referencia no es fortuita y se conecta con la mencionada respuesta de Noel en el boletín publicado por la ANBA en 1950, donde recordaba que:

El arquitecto Buschiazzo en ocasión de una visita suya tuvo la amabilidad de traerme una copia del suelto de La Nación del 22 de setiembre de 1914, en el que se compendió la conferencia por mí dictada en el Museo Nacional de Bellas Artes (ANBA, 1950, p. 20).

De este modo, Buschiazzo reaviva con mucha sutileza la vieja polémica que los había enfrentado, pero reivindica, en su carácter de continuador de una generación de pioneros [8], a la figura de su antiguo rival.

La segunda parte del discurso se aleja de Noel y se vincula con otra faceta de su accionar profesional, distinta de la universitaria que había privilegiado años atrás durante su ingreso a la ANBA. Se concentra entonces en las políticas de protección de monumentos históricos y en aquellos hitos nacionales e internacionales que marcaron tendencias de restauración. Se detiene en cuatro casos en los que tuvo una injerencia como arquitecto de la CNNMMyLH: la misión de San Ignacio; los cabildos de Salta y Buenos Aires, y la Casa Histórica de la Independencia, orientando el desarrollo de sus ideas a revalidar las decisiones que tomó en la conservación y/o reconstrucción de cada uno de estos edificios, “la restauración […] es una tarea difícil, de suma responsabilidad y, sobre todo, ingrata, expuesta inevitablemente a las críticas, no siempre bien documentadas e intencionadas” (Buschiazzo, 1965, p. 93).

La especificidad de sus disertaciones, donde recobra el pasado y apela al futuro con distintas entonaciones, se relaciona con las posibilidades que le otorgaba cada espacio para tomar una posición destacada y para dilucidar la necesidad de un cambio que modifique las tendencias de cada organismo. Sin dudas, era la ANBA el espacio indicado para postular ideas de transformación y para esbozar una crítica hacia el desempeño de las entidades culturales del Estado relacionadas con las Bellas Artes. La mención, dentro de su discurso, de los trabajos de investigación que el IAA había conseguido ampliar gracias al apoyo del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), del Instituto Nacional Tecnológico Agropecuario (INTA) y de los convenios con la, en aquel entonces, Municipalidad de Buenos Aires, presentaba un aquí y ahora que contrastaba con el estancamiento de la ANBA en materia de proyectos y publicaciones. Visto de ese modo, el ingreso de nuestro arquitecto al organismo y la oportunidad de conectar ambos espacios –la Academia y la Universidad– parecía constituir un plan perfecto, una estrategia para favorecer, en primera persona, el desarrollo institucional de la historia de la arquitectura. Sin embargo, como veremos, los intercambios que pudieron materializarse fueron escasos y se mantuvieron limitados a ciertas áreas de acción que despertaban el interés de Buschiazzo, quién nunca dejó de privilegiar, como bastión de su probidad intelectual, al ámbito universitario.

Mundos paralelos

Para comprender el accionar de Buschiazzo en la ANBA desde su incorporación hay que atender al desarrollo que había experimentado el IAA dentro la UBA desde mediados de la década del cincuenta. El derrocamiento del peronismo con el golpe de Estado de 1955 marcó una primera etapa dentro de la universidad argentina que poco después ingresó en un proceso de modernización sostenido (Buchbinder, 2010). Buschiazzo se valió de estos cambios políticos y expresó en reiteradas ocasiones su oposición al gobierno de Juan Domingo Perón como parte de un pasado oscuro, que había hecho mella en su carrera al ocasionar su alejamiento de la Comisión de Monumentos en 1946 (Buschiazzo, 1956), al tiempo que absorbió rápidamente a la estructura del IAA las transformaciones que estaban teniendo lugar a partir de la gestión del rector Risieri Frondizi. Un documento muy valioso en relación con estos acontecimientos es un informe que comprende lo sucedido en las cátedras de Historia de la Arquitectura en el período 1957-1964 (Buschiazzo, 1964), donde puede caracterizarse la adaptación que el director del IAA había perseguido respecto de las nuevas políticas de la educación superior y el impacto que estas acarrearon en términos de crecimiento institucional. Más precisamente, en la sustanciación de concursos docentes y el acceso a cargos rentados; en el financiamiento de otros entes como el CONICET para la formación de recursos, y en el fortalecimiento de líneas de investigación orientadas a la arquitectura argentina de los siglos XIX y XX.

Cabe agregar que este escenario modificó de forma sustancial los primeros diez años de funcionamiento del IAA, cuando contaba con un elenco más reducido de investigadores y grandes dificultades de acceder a un presupuesto estable para compras elementales, como libros y mobiliario (García, 2020).

Esta nueva etapa también apuntaló un desarrollo editorial que la entidad había iniciado en 1947 con la aparición de Bibliografía de Arte Colonial Argentino y que continúo, junto con otros volúmenes monográficos, con la aparición de la revista Anales en 1948. La revistainstaló, hasta el cierre de su primera época en 1971, discusiones metodológicas sobre el estudio del arte americano en la universidad y privilegió una presentación de la información rigurosa, acorde con los parámetros de una publicación científica. Cuando Buschiazzo fue convocado a la ANBA en 1963, este panorama editorial estaba afianzado y con proyectos relacionados con las nuevas investigaciones sobre arquitectura argentina gracias a los recursos resultantes de los subsidios obtenidos.

En aquel entonces el IAA era el centro de estudios sobre arte y arquitectura de mayor impacto en Sudamérica y funcionaba, a su vez, como receptor de investigaciones de especialistas de distintas latitudes, que no solo contribuían con artículos para Anales, sino que también publicaban libros [9]. Esto le daba a Buschiazzo una autoridad indiscutible para involucrarse en la ANBA y motorizar una renovación dentro de la comisión de publicaciones del organismo. Por su parte, la ANBA contaba hasta ese momento con una tradición editorial muy sólida. La ya mencionada colección DAA se había publicado entre 1939 y 1947 y la de DACS, desde 1943 hasta 1960. Sin embargo, el escenario de inicios de los años sesenta no era tan alentador, ya que los proyectos vigentes relacionados con la difusión del patrimonio nacional se encontraban paralizados. En parte por el escaso impulso de sus miembros y también por los permanentes problemas presupuestarios [10].

Como mencionamos, su colección más importante, la de DAA, estaba detenida desde hacía más de quince años, pero no concluida, ya que desde fecha muy temprana se había pautado continuarla con cuadernos dedicados a la arquitectura civil. En 1940, el académico Fernán Félix de Amador había pedido que se dedicaran algunos volúmenes de los DAA a “las quintas, solares y estancias argentinas” [11] y varios años después, en 1957, Emilio Centurión recobró aquella iniciativa y propuso un relevamiento fotográfico de dichos edificios. Como expresan las actas, el cuerpo lo consideró una tarea urgente a realizarse los sábados y domingos y encargó la tarea al fotógrafo Homero Panagiotopulos [12].

Este antecedente es importante porque muestra, por un lado, que el siglo XIX no había sido “totalmente olvidado o ignorado” (Buschiazzo, 1962, p. 320) como objeto de estudio y que existían intenciones de incluirlo en una historia del patrimonio arquitectónico nacional. Pero principalmente, esta referencia muestra que el acercamiento entre la ANBA y el IAA para trabajar de manera colaborativa resultó previo al ingreso de Buschiazzo y que involucró a otros actores. En las actas de la entidad se registra que, producto de un subsidio obtenido por Ricardo Braun Menéndez para realizar un trabajo de relevamiento de edificios en el interior del país, la ANBA podría utilizar ese material para sus propias publicaciones [13] . Dos años más tarde el vicepresidente de la ANBA, Jorge Soto Acebal, visitó las oficinas de Braun Menéndez y el archivo fotográfico que por aquellos años estaba conformando junto con Horacio Pando y propuso “la posibilidad de publicar conjuntamente con la Facultad de Arquitectura ediciones que le interesen a la Academia referentes a los temas de arquitectura” [14].

Aunque el nombre de Buschiazzo está ausente de estos registros y también el IAA como espacio de investigación, el acervo gráfico al cual refieren las actas no era otro que el reunido en las dos oficinas en el centro porteño que destinaba el IAA para sus tareas. En ese sentido, parece haber existido un escenario más diverso de aquel planteado por Buschiazzo en su discurso de ingreso y una actitud más abierta de la ANBA para propiciar intercambios. En una etapa, vale decirlo, donde Noel había comenzado a cesar sus actividades como presidente de la entidad debido a su estado de salud y era reemplazado por Soto Acebal [15].

La incorporación de Buschiazzo a la ANBA en 1963 coincidió, entonces, con una preocupación preexistente en el organismo por apuntalar el área de publicaciones. Por recomendación del entonces presidente Soto Acebal, el arquitecto fue convocado para integrar una nueva comisión, constituida también por Horacio Butler, Alberto Ginastera, Raúl Soldi y Amancio Williams [16]. La primera resolución de dicha comisión se encaminó a:

Proseguir con la serie de “Documentos de Arte Argentino”. Se publicarán dos volúmenes; el primero de ellos dedicado a la arquitectura civil; este nuevo tomo llevará como título “Estancias Argentinas” […] A su vez el arquitecto Buschiazzo sugiere que debería encargarse al Arq. Jorge Gazaneo la parte correspondiente al texto, considerando que el citado arquitecto es la persona más indicada para realizar este trabajo [17].

Antes de avanzar sobre la continuación de la serie con el libro sobre estancias, es importante caracterizar el proyecto de investigación que estaban realizando dentro de la universidad los arquitectos Jorge Gazaneo y Mabel Scarone, docentes e investigadores del IAA. No se trataba de un tema aislado, sino que se enmarcaba en intereses que alcanzaron durante la década del sesenta a otros objetos de estudio como la arquitectura industrial (Gazaneo y Scarone, 1965; 1966). Estos objetos, al margen de aquellos admitidos para ingresar en una historia de la arquitectura en un sentido tradicional (Malecki, 2017), también involucraban enfoques teóricos cercanos a la “arquitectura sin arquitectos” y a la mirada sobre lo vernáculo (Aliata y Ballent, 1990). La ejecución del trabajo de campo demandó, para el caso de área rural, la obtención de subsidios de entes como el INTA y la Fundación Rockefeller [18], y la elaboración de un plan a largo plazo que enmarcó una primera etapa entre los años 1960-1962. El relevamiento de las zonas abarcaba principalmente la provincia de Buenos Aires, pero también las de Córdoba, Salta, Tucumán, Santa Cruz y Tierra del Fuego (Buschiazzo, 1964), y comprendía distintos registros como documentación cartográfica, planos, títulos de propiedades y entrevistas a los habitantes de las zonas pampeana y patagónica [19].

En cuanto a la planificación del cuaderno sobre estancias dentro de la ANBA, los registros de las actas indican que Buschiazzo y Gazaneo se ocuparon de conducir el volumen en cuestión y de tomar decisiones de formato y contenido [20]. No hubo intervención, hasta donde pudimos verificar, de otros miembros del cuerpo y el resultado de este primer volumen alteró el espíritu de la antigua colección de los DAA. La primera innovación la advertimos en el diseño de cada volumen, tanto en el aspecto exterior, que abandonaba la portada más discreta de los ejemplares precedentes, como en la organización interior, ya que las imágenes se intercalaban con los textos en lugar de ocupar una sección totalmente separada. Estas alteraciones no tuvieron una recepción neutral y generaron discusiones entre los académicos, más precisamente, entre aquellos que querían conservar el formato ya establecido y los que apoyaban una “nueva y más moderna presentación” [21]. Este desacuerdo contribuye a pensar en el peso que tenían estos cuadernos para definir la identidad institucional de la ANBA y en lo problemático que resultaba para el cuerpo de académicos alterar una visualidad alineada a determinada tradición editorial.

Pero lo más relevante de estos cambios, es que los textos y las fotografías eran producto de un discurso especializado y del funcionamiento de equipos de trabajo enfocados en la recolección de material gráfico y documental. En lugar de las imágenes de Hans Mann [22], que determinaban una selección de la ANBA sobre zonas y edificios como una acción al margen del texto de los prologuistas, en este caso los fotógrafos participaban junto con los investigadores en el trabajo de campo, como es el caso de Héctor Merino y Virgilio Rosatti. Asimismo, la mirada sobre el repertorio edilicio producía algunas desviaciones respecto de los cuadernos anteriores, dedicados a “monumentos” o “tesoros artísticos” detenidos en el tiempo [23]. Por el contrario, Estancias I ponía el acento en las transformaciones históricas de los asentamientos y en sus relaciones con variables políticas y económicas:

Creemos importante precisar que allí se muestra su mérito, el de ser una arquitectura viva, perfectamente adecuada a las circunstancias y a las necesidades y que, por lo tanto […] se ha visto remozada, corregida, completada, adaptada hasta el presente (Gazaneo, 1965, p. 32).

Después del tomo I de Estancias, apareció Art Nouveau en Buenos Aires con la autoría de Buschiazzo. Los edificios de fines del siglo XIX y principios del XX constituían, al igual que las viviendas rurales, otro foco de interés dentro del IAA que demandaba un extenso trabajo de investigación que logró consolidarse a principios de 1960. Aquí es importante señalar la emergencia de jóvenes estudiantes y graduados como Horacio Pando, Alberto de Paula, José María Peña y José Xavier Martini, encargados de ejecutar los exhaustivos relevamientos edilicios en la ciudad de Buenos Aires y de constituir un archivo específico (García, 2020). Al igual que las estancias, estos temas demandaron la adquisición de subsidios de otros organismos, aspecto que Buschiazzo, como hemos mencionado, subrayaba en su discurso de ingreso a la ANBA.

Este caso –el Cuaderno 27 de los DAA– resulta particular porque se vincula con una situación puntual. Como nos ha referido el arquitecto Peña en una entrevista [24], Buschiazzo obstaculizó su intención de editar un volumen dedicado a los ejemplos porteños de art nouveau, tema de interés para el joven arquitecto y también para Soto Acebal, quien especialmente lo había motivado a hacerlo. La resolución de Buschiazzo de marcar su autoridad como principal nexo entre ambas instituciones al convertirse, finalmente, en autor del tomo dedicado al modernismo, refuerza nuestra idea sobre el intercambio controlado que mantuvo durante su gestión en la ANBA y la escasa participación de otros investigadores del IAA por fuera de su círculo más cercano.

Hay otro aspecto importante para considerar sobre las intervenciones de Buschiazzo en el área de publicaciones que concierne a la posición frente a la tradición que estaba tomando al recuperar el proyecto de los DAA, en lugar de proponer una nueva línea de publicaciones. La actualización del formato de la colección y la adopción de un discurso universitario hacía más potente su contribución en términos de una renovación editorial, a la vez que delimitaba cierta especificidad institucional para la ANBA. Esto marcaba un contraste con los avances editoriales que estaba experimentando el IAA en temas de arquitectura y la variabilidad de temas y formatos que había comenzado a incorporar ya desde la década del cincuenta [25]. Al margen de la revista Anales, que mantuvo una visualidad estable, se desarrollaron otros títulos que estuvieron fuertemente ligados al núcleo de nuevos investigadores arquitectos que comenzaban a formarse dentro del IAA. La arquitectura del Estado de Buenos Aires (IAA, 1965) es un ejemplo contundente. La presentación de este libro consiste en una sección de texto en encuadernación rústica con fotografías e índice de edificios, y un conjunto separado de láminas con planos, cortes y elevaciones (algunos desplegables) contenidos en una carpeta. Este formato ponía en circulación el proyecto de acopio gráfico de los edificios más allá del equipo de investigadores del IAA. Principalmente, hacia los estudiantes que por aquellos años comenzaban a estudiar in situ la arquitectura porteña en el marco de las clases de trabajo prácticos (García, 2020).

Hasta aquí, hemos observado que Buschiazzo dejaba inconcluso el intercambio entre la academia y la universidad para privilegiar el desarrollo de los proyectos dentro de la UBA, así como su propia autoridad en los estudios sobre arquitectura argentina. A pesar del reconocimiento que había hecho de la entidad en su discurso de ingreso, mantenía ciertos reparos sobre la capacidad de la ANBA para producir conocimiento y fortalecía una distancia intelectual. De hecho, no planteaba líneas de investigación dentro de la ANBA, sino que trasladaba las producidas dentro del IAA favoreciendo su publicación y difusión. La academia y la universidad no constituían, en este contexto, una instancia de intercambio real y permanecían como dos mundos paralelos orientados a sus propios intereses.

Nuevas voces

En el año 1968 ingresó a la ANBA un personaje clave para el posterior desarrollo del organismo, el historiador Héctor Schenone y poco después, en 1973, lo hizo su colega Adolfo Ribera. Nos interesa recalar en estas figuras porque, además de haber participado y dado sus primeros pasos en el IAA, en particular Schenone, quien fue su secretario durante décadas, ambos tuvieron una injerencia directa en el desarrollo de los estudios artísticos dentro de la UBA. Más precisamente, como protagonistas del equipo docente de la carrera de Historia de las Artes en la Facultad de Filosofía y Letras, creada en el año 1963. A su vez, el espacio que pudieron ganar en la ANBA y las iniciativas concretas que condujeron en su rol de académicos, contribuyen a pensar en cómo los historiadores del arte comenzaban a liderar espacios oficiales para la difusión del patrimonio, que, con anterioridad, habían correspondido a los arquitectos.

Los años setenta muestran un panorama inversamente opuesto al que señalamos sobre la situación de la universidad y de la academia durante la década anterior. Lejos de su época de oro y producto de la intervención de la UBA en 1973, el IAA atravesó un período de estancamiento que comenzó a revertirse mucho después con la recuperación democrática. La interrupción de la revista Anales yde todos sus proyectos editoriales relacionados con la arquitectura argentina son el signo más fuerte de ese período del IAA luego de la muerte de Buschiazzo. Por el contrario, la ANBA experimentaba una nueva época con la presidencia de Bonifacio del Carril desde 1971. Con la aparición del Anuario en 1973 y un mayor interés por dar cuenta públicamente de las actividades realizadas, aparecen otras cuestiones ligadas a su injerencia en el resguardo y difusión del acervo artístico. Un ejemplo de esto es la preocupación del cuerpo por la sanción de una Ley de defensa del patrimonio cultural que por aquellos años estudiaba el Ministerio de Educación y Cultura (ANBA, 1973).

Es en esta etapa donde advertimos las primeras intervenciones de Ribera y Schenone. Principalmente, en la elaboración de un proyecto de creación de un Centro de Relevamiento del Patrimonio Artístico Nacional para ser presentado, como anteproyecto, a la Subsecretaría de Cultura de la Nación. El propósito se orientaba a la constitución de un censo que abarcase desde el período prehispánico hasta la actualidad y que incluyera ejemplos de arquitectura, pintura, escultura, textiles, orfebrería, impresos, cerámica y mobiliario. Como segunda etapa, se planteaba la elaboración de un inventario que contenga los edificios y objetos identificados en la fase anterior (ANBA, 1974). Este plan recuerda al lejano “Archivo fotográfico de los tesoros del arte”, postulado por la ANBA en 1938 y desarrollado en paralelo a la aparición de los DAA. Sin embargo, se proponía ahora una mirada más exhaustiva al considerar otros objetos culturales que provenían de los propios intereses de investigación de Ribera y Schenone, producto de las materias y seminarios sobre arte argentino y americano que dictaban en la UBA, y se iniciaba una nueva época para las publicaciones, que se concretó con la aparición de las series Historia General del Arte en la Argentina y de Patrimonio Artístico Nacional desde 1982.

Del mismo modo, estos historiadores participaron de otro tipo de acciones que también comenzaron a bosquejarse en la década del setenta. Nos referimos al proyecto para un Instituto de Conservación y Restauración de Obras de Arte con el apoyo del Fondo Nacional de las Artes, propuesto por el académico Basilio Uribe (ANBA, 1975), y que luego fue recogido y conducido por Ribera y Schenone en la década siguiente. Se trató del convenio entre la Fundación Antorchas y la ANBA, que derivó en la creación del Taller de Restauro de Arte (Fundación TAREA) en 1987 (Burucúa, Bustillo, Carreras, et al., 2000). Este espacio habilitó un cruce institucional y una etapa de intercambios disciplinares entre las humanidades, las ciencias exactas y la práctica de la restauración, a la vez que marcó nuevas injerencias de los académicos en su acercamiento a las obras del pasado. El hecho de que, con el cierre de la Fundación Antorchas, TAREA se haya incorporado a la Universidad Nacional de San Martín en 2005 [26], nos muestra una etapa más tardía de asociaciones entre universidad y academia que ya contaba con proyectos previos y con intenciones profesionales planteadas desde los años sesenta.

Figura 4
Presentación del primer volumen del Inventario Razonado del Patrimonio Artístico Nacional en el Banco de la Provincia de Corrientes. 23 de octubre de 1982. En Anuario 10, ANBA, 1982.
Fuente: digitalización propia.

Comentarios finales

Junto con la idea de que el ingreso de Buschiazzo favoreció la entrada de nuevos especialistas a la ANBA y que este hecho transformó los proyectos institucionales, quisiéramos insistir sobre otro aspecto directamente relacionado. Nos referimos a que con la muerte de Buschiazzo concluyó un tipo específico de intercambio entre la academia y la universidad que estuvo concentrado en la continuación de la serie DAA y en una gestión controlada y orientada a sus intereses profesionales, ligados a su rol como director del IAA. También es necesario agregar que, durante ese período, las publicaciones de la ANBA alojaron nuevas miradas sobre la arquitectura argentina. Si bien este aspecto no alteró completamente la línea editorial, sí introdujo modificaciones significativas en la presentación de la información y en la definición de los objetos de estudio.

En el recorrido propuesto por este artículo queda abierta una pregunta más amplia, ligada a los modos en que se mantuvieron los vínculos entre la academia y la universidad en la historiografía artística argentina. Es válido subrayar entonces que el interés por establecer intercambios, trasladado por Buschiazzo a la ANBA en su incorporación, fue retomado y ampliado por otras figuras. Creemos que fue recién en ese momento cuando el “puente” al cual refería el arquitecto durante su discurso de ingreso, pudo tenderse y propiciar intercambios entre distintas instituciones ■


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NOTAS

1.  Este trabajo se enmarca en una beca posdoctoral del CONICET. Agradezco a la Academia Nacional de Bellas Artes y el Instituto de Arte Americano por el acceso a sus archivos institucionales.


2.  Publicada en García (2020).


3.  Historiador, hermano del arquitecto Ricardo Braun Menéndez, quien trabajaba junto a Buschiazzo en el IAA.


4.  Acta Nº 229. Sesión ordinaria del 8 de agosto de 1963, p. 203, Actas.


5.  Se trata de un borrador firmado que forma parte de los papeles conservados por la familia Buschiazzo. Reproducido completo en García (2020).


6.  Fue Prebisch quien recibió a Buschiazzo y a Braun Menéndez, mientras que Manuel Mujica Lainez lo hizo con Castagnino. El registro parcial del discurso de Prebisch puede recuperarse de la prensa, y se inclina principalmente, a subrayar sus aportes metodológicos dentro de un grupo de investigadores del área (junto con Noel, Juan Kronfuss, Ángel Guido y Miguel Solá) y su tarea como profesor universitario. La Nación, 26 de septiembre de 1963.


7.  Entidad creada en 1893 y convertida en 1938 en ANH.


8.  Donde incluye, luego de Noel, a otros americanistas como José Torre Revello, Manuel Toussaint, Rafael García Granados, Alfredo Benavides, Juan Giuria, Vicente Nadal Mora y Hernán Busaniche.


9.  Como en los casos del historiador Martín Soria y del matrimonio Mesa.


10.  En particular, entre los años 1957 y 1958, momento en que Alberto Prebisch era secretario general y estaba a cargo de las publicaciones.


11.  Acta Nº 59, sesión ordinaria del 28 de noviembre de 1940, Actas, p. 208.


12.  Acta Nº 169, sesión ordinaria del 23 de julio de 1957, Actas. El impulso inicial de la ANBA no se concretó de forma inmediata por cuestiones organizativas que llevaron a emplear los fondos de las publicaciones para concluir la serie DACS; Acta Nº 181, sesión ordinaria del 24 de septiembre de 1958, Actas.


13.  Acta Nº 196, sesión ordinaria del 30 de junio de 1960, Actas.


14.  Acta Nº 216, sesión ordinaria del 14 de junio de 1962, Actas, p. 167.


15.  Se registran tres pedidos de licencia; en diciembre de 1955, en agosto de 1958 y en julio de 1962. Archivo ANBA, Carpeta Martín Noel.


16.  Acta Nº 232, sesión ordinaria del 10 de octubre de 1963, Actas.


17.  Acta Nº 233, sesión ordinaria del 14 de noviembre de 1963, Actas, p. 213. El segundo tomo de estancias, también con autoría de Gazaneo, se publicó en 1969. Estaba planeado un tomo tercero sobre “grandes estancias” que estaría a cargo de Buschiazzo, pero no llegó a publicarse, véase Acta Nº 293, sesión ordinaria del 24 de abril de 1969, p. 408.


18.  Se trató de una beca para que Gazaneo y Scarone realicen una estancia de trabajo en los Estados Unidos en el año 1964 (Buschiazzo, 1964).


19.  Informe final, carpeta Estancias argentinas. Archivo IAA.


20.  Acta Nº 241, sesión ordinaria del 25 de junio de 1964, Actas, p. 239.


21.  Acta Nº 235, sesión ordinaria del 7 de abril de 1964, Actas, p. 225.


22.  Fotógrafo oficial de la ANBA entre 1939 y 1956, encargado del relevamiento fotográfico de la colección DAA y parte de los DACS.


23.  Este concepto aparece como base del proyecto de los DAA y del archivo gráfico institucional esbozado por la ANBA desde su creación.


24.  Comunicación personal, 4 de noviembre de 2014.


25.  La modernización de las publicaciones del IAA se inició en la década del cincuenta (Zimmerman, 2017) y se plasmó en las series Arquitectos Americanos Contemporáneos y Cuadernos del Instituto de Arte Americano.


26.  Actualmente incorporado a la Escuela de Arte y Patrimonio de la Universidad Nacional de San Martín.


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Cómo citar este artículo (Normas APA):

García, C. G. (Noviembre de 2022 – Abril de 2023). ¿Un plan perfecto? El ingreso de Mario Buschiazzo a la Academia Nacional de Bellas Artes y sus efectos en la historiografía argentina. [En línea]. AREA, 29(1). Recuperado de https://www.area.fadu.uba.ar/area-2901/garcia2901/

Doctora en Historia y Teoría de las Artes por la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires (UBA). Licenciada y Profesora en Artes por la misma institución. Es becaria posdoctoral en el Centro de Investigaciones en Arte y Patrimonio de la Universidad Nacional de San Martín (CIAP-UNSAM-CONICET), donde coordina el área de historiografía argentina y latinoamericana. Docente de la carrera de Artes en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA y de la Licenciatura en Conservación y Restauración del Patrimonio Cultural de la Escuela de Arte y Patrimonio de la Universidad Nacional de San Martín (EAyP-UNSAM-CONICET). Es autora de varios artículos de investigación y del libro Historia del Arte y Universidad: La experiencia del Instituto de Arte Americano e Investigaciones Estéticas y la consolidación disciplinar de la historiografía artística en la Argentina (1946-1970) (Serie Tesis del IAA-FADU-UBA, 2020).