CARLOS GUSTAVO GIMÉNEZ
JULIO VALENTINO
Universidad de Buenos Aires
Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo
Instituto de Arte Americano
Resumen
Mario Roberto Álvarez y Clorindo Testa trabajaron de manera asociada en varias oportunidades. Sin embargo, y no obstante el reconocimiento que sus obras alcanzaron, estos anteproyectos no tuvieron ningún tipo de divulgación editorial. Uno de ellos es la presentación al concurso internacional para la Biblioteca José Vasconcelos (México, 2003). A pesar de no haber sido seleccionado por el jurado para participar de la segunda vuelta, este trabajo presenta un interés particular desde el punto de vista historiográfico, por ser el resultado de la reunión de estas dos grandes personalidades y por mantener la calidad habitual de sus respectivas obras.
Palabras clave
Clorindo Testa, Mario Roberto Álvarez, Biblioteca, Concurso internacional
En 2006 se inauguró el edificio de la Biblioteca José Vasconcelos en la ciudad de México. La revista Summa+ (Kalach y Palomar, 2014) publicó un artículo, en el que la obra es presentada por medio de impactantes fotografías, un conjunto de planos y una breve memoria descriptiva de los autores. Ese proyecto tuvo su origen en un concurso internacional convocado tres años antes por la Secretaría de Educación Pública y el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, para quienes el nuevo edificio debería ser un objeto arquitectónico excepcional que reflejase las aspiraciones del país, tanto desde el punto de vista cultural como educativo. Según las bases, el nuevo edificio debía cumplir con un amplio espectro de objetivos, sintetizados en los siguientes puntos: constituir un eje de integración para el conjunto de bibliotecas públicas de la Red Nacional, crear un nuevo paradigma de biblioteca, ampliar la infraestructura e incrementar el número y la calidad de los lectores, además de ser un espacio polivalente. La decisión de crear una nueva biblioteca pública que se sumase a un conjunto de bibliotecas de gran relevancia existentes en la ciudad de México [1], tuvo también el propósito de intervenir sobre un sector ubicado en el norte de la ciudad que se encontraba, por entonces, sumamente deteriorado. El predio destinado para la construcción se ubica junto a la estación Buenavista, cabecera del primer ferrocarril mexicano, que estaba en desuso y abandonada desde 1999. De hecho, en el sector en el que se construiría la nueva biblioteca, se encontraba un edificio que había pertenecido a las instalaciones ferroviarias y que su refuncionalización debía ser considerada como parte de este nuevo proyecto. Por otra parte, el sector asignado está dominado por el perfil del prisma triangular de la Torre Insignia o Torre Banobras que, en su época de construcción (1957-66), se convirtió en el segundo edificio más alto de México y que aún funciona como un hito importante de la ciudad [2].
El concurso internacional
La competencia fue a dos vueltas; alrededor de seiscientas propuestas de treinta y dos países participaron de la primera y solo siete, seleccionadas por el jurado, de la segunda.
Como una muestra de la internacionalidad del evento, entre esos equipos que compitieron en la instancia final se encontraban tres de arquitectos mexicanos, además de David Chipperfield (Inglaterra), Eric Owen Moss (Estados Unidos), Héctor Vigliecca (Brasil) y Josep Lluís Mateo (España).
El proyecto ganador, denominado Biblioteca y Jardín Botánico, fue anunciado en octubre de 2003 y correspondió al equipo conformado por los arquitectos mexicanos Alberto Kalach, Juan Palomar, Tonatiuh Martínez y Gustavo Lipkau, este último nacido en Caracas, pero formado en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Los ganadores resolvieron el proyecto mediante una larga tira de corte trapezoidal, dividida en tres bloques, de aproximadamente 200 metros de largo y 35 de ancho, a la que le adosaron volúmenes menores. Una calle semienterrada, coincidente con el eje de la tira, organiza la circulación de la obra, sobre la que se abren los tres niveles superiores donde se alojan las estanterías –colgantes– con los depósitos de los libros y otras áreas de servicio.
Una de las características más relevantes del edificio es la incorporación de la vegetación, tanto en la obra misma como en el diseño de su entorno y tal como está planteado en la memoria descriptiva:
los edificios públicos deberían incorporar, en la más amplia medida posible, espacios provistos de vegetación y destinados al esparcimiento de los habitantes. […] El proyecto como una gran arca, que navega inmóvil por las estaciones y los años, envuelto en un jardín que siempre es el mismo y siempre es otro (Palomar, 2005).
La presentación de Clorindo Testa y Mario Roberto Álvarez
Pocos saben que Álvarez y Testa realizaron una presentación de manera conjunta en ese concurso, participando solo en la vuelta inicial, ya que no fueron seleccionados por el jurado entre aquellos equipos que participarían en la segunda. No fue esta la primera vez en la que ellos trabajaron juntos. A partir de 1989 y cuando ya los dos eran miembros de la Academia Nacional de Bellas Artes, realizaron para esa institución, una serie de anteproyectos para la Casa Taller del artista argentino, en un terreno ubicado en la calle Presidente Perón al 1.400 de la ciudad de Buenos Aires, que lamentablemente nunca se construyó. En aquella ocasión habían estado asociados a otros dos arquitectos de extensa y prestigiosa trayectoria: Alfredo Casares y Luis Morea, quienes por entonces, también eran miembros de la academia. El proyecto se desarrolló hasta su instancia final; llegaron a ejecutar la documentación de obra, luego de un largo proceso de elaboración de distintas alternativas proyectuales. Se trataba de un programa complejo que proponía la creación de un conjunto de viviendas-taller para artistas que estuviesen de paso por Buenos Aires, un auditorio, una biblioteca, un comedor, salas de exposiciones y los consiguientes locales de apoyo y servicios de esas actividades principales. Si bien este proyecto se inició muchos años antes de la presentación realizada al concurso de la biblioteca de México, sus tiempos se superpusieron a los de este otro trabajo, ya que la Casa Taller demandó una dedicación que se extendió hasta 2007 (Giménez y Valentino, 2017, p. 145).
En el caso del concurso de la biblioteca, las bases de la convocatoria establecían para la presentación en la primera etapa, un esquema conceptual del proyecto, resuelto en dos pequeñas láminas y un curriculum profesional de los autores. Ese requerimiento inicial explica la reducida cantidad de material enviado y la poca definición arquitectónica de la obra propuesta por Álvarez y Testa. Las dos láminas de su presentación incluían numerosos dibujos (plantas, cortes, vistas, perspectivas) intercalados con párrafos que componen la memoria descriptiva de la propuesta, junto a sus currículum con imágenes de sus obras más importantes.
La propuesta
Para la construcción de la biblioteca se destinó un sector de tierra que se encuentra incluido dentro de un predio de una gran superficie. Las dimensiones excepcionales de este terreno (250 por 800 metros, aproximadamente) son consecuencia de la interrupción del recorrido de un conjunto de calles, debido probablemente a la ubicación de una estación cabecera del ferrocarril en ese mismo lugar.
El sector afectado específicamente a la implantación de la biblioteca es un polígono de lados rectos que puede interpretarse como el resultado de la intersección de dos rectángulos. Queda así determinada una figura alargada que tiene una relación de ancho-largo de 1 en 3, aproximadamente. En principio, esta particularidad del terreno explica la presencia de volumetrías decididamente elongadas en muchos de los proyectos presentados, incluyendo el ganador y también, el realizado por Álvarez y Testa.
Al menos hasta la utilización generalizada de los medios digitales, el diseño de una biblioteca debía resolver, básicamente, la ubicación de dos áreas funcionales netamente diferenciadas: los espacios de lectura y las zonas destinadas al depósito de los libros. En los dos edificios construidos en Latinoamérica a mediados del siglo XX que fueron consagrados de manera unánime por la crítica, el volumen destinado a una de esas dos áreas se destaca sobre la otra, adquiriendo una presencia formal protagónica. En el caso de la Biblioteca Central de la Universidad de México (1956) son los depósitos ubicados en el gran volumen opaco y compacto, recubierto por los murales creados por el pintor y arquitecto mexicano Juan O’Gorman, autor también del proyecto arquitectónico. Por el contrario, en la Biblioteca Nacional de la República Argentina (Bullrich, Cazzaniga, Testa, 1962) son las salas de lectura que emergen solitarias flotando sobre el paisaje, quedando los depósitos ocultos bajo la plaza. Álvarez y Testa plantearon para el concurso de México una solución completamente distinta a las de estos dos antecedentes, en la que ninguna de estas dos partes prevalece ni formal ni expresivamente sobre la otra, sino que dialogan en una situación de equilibrio formal y dimensional. Efectivamente, la propuesta consistió en la disposición de dos extensas cintas onduladas, paralelas entre sí y también a las vías del ferrocarril que, partiendo desde la estación de Buenavista, inician su recorrido hacia el puerto de Veracruz.
Las dos cintas están conformadas por una planta baja y tres niveles superiores. Una estaría destinada al depósito de los libros y la otra, a las áreas de lectura. Una circulación se ubica entre ambas, definida en la Memoria Descriptiva incluida en las láminas de presentación al concurso como “un camino central entendido como paseo cultural [que] integrará verticalmente todos los niveles del conocimiento” [3]. Este importante espacio intermedio tiene, en su única planta, la altura total del edificio, o sea, 18 metros que igualan los cuatro niveles de altura de los dos volúmenes laterales. Un conjunto de puentes vincula en los distintos niveles, las plantas superiores a un lado y otro de esta calle central. Una cubierta metálica y transparente cubre este recorrido definiendo una impactante espacialidad (por su extensión, por su altura, por su materialidad y por la paleta cromática propuesta en las imágenes presentadas). En las perspectivas interiores dibujadas por Testa queda planteada cierta familiaridad de este espacio con el lobby proyectado por Rafael Viñoly para el Forum de Tokyo, que había sido inaugurado en 1997, tan solo seis años antes de la convocatoria del concurso en México.
La cinta destinada al depósito de libros es la más cercana a las vías. En los dibujos, un conjunto compacto de árboles se interpone entre el edificio de la biblioteca y el ferrocarril. La materialidad de los volúmenes está caracterizada en la Memoria Descriptiva de la siguiente manera: el que se destina al depósito de libros como “ciego, de hormigón, sirviendo de barrera para el control de la contaminación sonora”, diferenciándose claramente del otro, que se propone “metálico, vidriado y abierto a la ciudad inmediata, que dará lugar a las áreas de lectura”. Además, la presencia de una terraza superior ajardinada sobre el área de los depósitos, planteada como un espacio de expansión y de observación de la ciudad, accesible al público, acrecienta aún más, esa diferencia en la imagen de los dos volúmenes.
Las curvas de La Bella Durmiente napolitana
El área de lecturas, la calle central y la zona de los depósitos de los libros tienen cada una de ellas, una cubierta diferenciada. Por lo que se puede observar en la ambigüedad de las representaciones, la primera de ellas responde a una geometría compleja: si bien es facetada en el sentido transversal, lo que predomina visualmente es la fuerte ondulación que adquiere en el sentido longitudinal, disminuyendo su altura en los dos extremos. Esta envolvente (forma) particular puede encontrarse en otros proyectos de Testa. Por ejemplo, en el edificio del Colegio de Escribanos de Buenos Aires (1999, Testa, Fontana, Estudio Sevi) a la que el arquitecto relaciona, explícitamente, con un paisaje familiar de su historia. Oscar Lorenti (2017), quien trabajó junto a Testa en muchos de los proyectos de sus últimos años, recuerda sus palabras de esta manera:
el techo de la rampa de acceso del Colegio de Escribanos es parecido a la que hicimos en el concurso de la Lotería […] Cuando hice ese concurso, reproduje en la rampa que bajaba al garage a La [Bella] Durmiente, que es una montaña que está cerca de Benevento que si vos la mirás de perfil es como una mujer acostada (p. 24).
Esas colinas aludidas por Testa también se reiteran en la propuesta presentada al concurso de The Spreebogen International [4] (Berlín, 1993), el Auditorio de la Paz Soka Gakkai (Buenos Aires, 1996), el auditorio/biblioteca de la Universidad del Salvador (Pilar, 1997), la Biblioteca de la Cámara de Diputados (Santa Rosa, 2006) y muy asiduamente, pueden encontrarse en su obra pictórica. En La habitación donde nació mi padre (1997) la misma curva del proyecto de México aparece recortada en el vano de una ventana y de manera contundente y desplegada, en Vista desde la habitación donde nació mi padre, del mismo año. Llamativamente, el mismo azul utilizado en las representaciones de las curvas de la biblioteca y el techo de la rampa del Colegio de Escribanos se reitera en las obras pictóricas mencionadas. Si bien Testa desplegó a lo largo de su vida profesional y de manera simultánea, su actividad como artista plástico y también como arquitecto, no es común encontrar analogías tan evidentes entre su producción en una disciplina y en la otra. Las formas onduladas del paisaje napolitano, cuya presencia él mismo se encarga de señalar en algunos de sus proyectos, establecen una singular y sensible articulación entre su obra artística, su obra arquitectónica y su propia biografía. La evocación del lugar del que su familia provenía y en el que él mismo nació, por propia decisión de sus padres que viajaron desde Buenos Aires a Benevento para que Clorindo naciera allí, instala una relación inusual en su trabajo.
La cubierta del área destinada a los depósitos, si bien acompaña la ondulación del volumen de las salas de lectura, se presenta como una variante de la misma. Seis terrazas escalonadas, coincidentes con los seis módulos consecutivos en los que se organiza el edificio, conforman una plaza verde, pública y equipada, que en palabras de los autores, resulta “una cubierta mirador urbano a 18 metros de altura [que] relaciona el edificio con la ciudad”.
Los cuatro tramos centrales presentan pequeños desniveles entre sí, mientras que en las dos puntas, al tener el edifico una planta menos en sus extremos, se ubican en un nivel inferior. Rampas zigzagueantes relacionan esas diferencias de alturas. Por otra parte, escaleras intermedias y externas permiten el acceso del público a esta excepcional plaza verde.
La cubierta sobre la calle central tiene una estructura metálica, curva, transparente y por lo que puede observarse en uno de los cortes presentados, seguramente, móvil.
Además, en el anteproyecto está considerada la refuncionalización de un edificio industrial existente en el lugar. Como se describe en la Memoria Descriptiva, la propuesta se completa con la ubicación de “un amplio espacio de interactuación cultural con cafés, lugares de descanso, meditación y recreo, espacio para la conversación, áreas de exposición y jardines”, en este ámbito recuperado. En las imágenes, que acompañan este artículo, se puede observar que se trata de una gran estructura de barras, trasparente y vaciada. Las cintas que componen el edificio disminuyen su altura en el encuentro con esta nave industrial, penetrándola y concluyendo en su interior conformando plataformas y espacios de diferentes calidades y dimensiones. Allí finaliza el recorrido que se inicia en el acceso a la biblioteca, ubicado en el extremo opuesto.
Hay un solo dibujo de este anteproyecto firmado por Testa. La simpleza y soltura de sus trazos sugieren que se trata de una idea inicial del anteproyecto. Es una perspectiva exterior y general en la que se observa un edificio de gran plasticidad, integrado formalmente en un volumen único y orgánico, cubierto por la ondulación de una sola cubierta ajardinada. Es La Bella Durmiente napolitana que yace recostada sobre la ciudad de México.
La asociación de Álvarez & Testa
Tanto el anteproyecto presentado en el concurso de la Biblioteca de México, como los otros trabajos ya mencionados que Testa y Álvarez acometieron de manera conjunta, revisten hoy una importancia que se vincula directamente con el valor historiográfico. O sea, con la apreciación y el estudio de sus obras en un sentido histórico, una vez que los dos arquitectos han fallecido y dejado sus producciones profesionales concluidas.
Una de las razones de la importancia asignada a este proyecto radica en su condición de haber sido realizado por aquellos que la crítica y el medio profesional señalan, como los dos mayores exponentes de la arquitectura local de la segunda mitad del siglo pasado. El hecho de que la propuesta no haya obtenido una mención en el concurso en el que fue presentada y no se haya formalizado en un edificio, no le resta valor. Al menos, en el contexto de los estudios históricos de sus respectivas obras y tratándose, además, de un programa arquitectónico tan poco habitual como es el de una biblioteca, pero en el que Testa ya había incursionado en otras ocasiones y, al menos en el caso de la Biblioteca Nacional, lo fue con una resonancia que pocos de sus proyectos obtuvieron. Sin embargo, salvo la publicación ya mencionada, en el catálogo preparado para la exposición de 2017 dedicada a los dos arquitectos, tanto este como la propuesta para la Casa Taller del artista argentino no habían recibido hasta el momento ninguna atención editorial.
Obviamente, los edificios se divulgan (se publican) mucho más que los proyectos. En el caso de Álvarez y Testa y a pesar del reconocimiento que el medio profesional y el público en general les ha dedicado, son muchos los proyectos que por no haberse construido no consiguieron ser motivo de alguna publicación.
En 2018, en el Museo de Arquitectura y Diseño de la Sociedad Central de Arquitectos (Marq) se presentó la muestra Clorindo Inédito. Dos capillas del siglo XXI [5]. Allí se mostraron por primera vez dos notables planteos de arquitectura religiosa elaborados por Testa: la Capilla en 9 de Julio (provincia de Buenos Aires, 2002) y la Capilla de la Transfiguración del Señor (Gonnet, provincia de Buenos Aires, 2008). La calidad de las propuestas y la presencia de un tema tan poco abordado por este arquitecto a lo largo de su vida profesional, no alcanzaron para que captaran, con anterioridad a la exposición mencionada, la atención necesaria y tuvieran una divulgación acorde a su valor.
Pero, volviendo a la propuesta de la Biblioteca de México, ¿corresponde preguntarse cuál fue el aporte de uno y otro en este trabajo?, ¿si son las ideas de Clorindo Testa o son las de Mario Roberto Álvarez las que predominan en las láminas presentadas al concurso?
Pareciera que no es demasiado fructífera esta disquisición cuando es sabido que en un equipo de proyecto las ideas se intercambian, se completan, se articulan, se enriquecen mutuamente y se amalgaman. Tratándose además, en esta oportunidad, de una asociación de solo dos profesionales con personalidades, trayectorias tan destacadas y producciones tan diferentes.
Y si no hubiera sido así, ¿tendría sentido esa disección de la propuesta para completar su evaluación?
Hay una tendencia en nuestra historiografía a citar a Clorindo Testa como autor exclusivo de sus obras, cuando sabemos que son muy pocas las oportunidades en las que él trabajó de manera solitaria. Es indudable que su impronta expresiva y plástica puede reconocerse en todas ellas y tal vez esta razón simplifique la cuestión, dejando en un segundo plano (y a veces en un cono de sombra) a los numerosos socios que tuvo en su extensa carrera. Inclusive habiendo sido en la mayoría de los casos, profesionales que tuvieron una destacada actuación más allá de su asociación temporal con Testa. Podemos, entre ellos, mencionar a los integrantes de SEPRA, Francisco Bullrich, Alicia Cazzaniga, Manuel Ignacio Net, Irene van der Pol, Horacio Torcello, Francisco Rossi, Boris Dabinovic, Augusto Gaido, Juan Genoud, Luis Benedit, Ignacio Lopatín, Héctor Lacarra, Elena Acquarone y tantos otros que en algún momento, trabajaron junto a él.
Es habitual observar que la mayoría de los arquitectos establece asociaciones profesionales que permanecen de manera estable, en el tiempo. Como es el caso del otro arquitecto responsable del anteproyecto de la Biblioteca de México. Mario Roberto Álvarez participó de distintas formaciones que se mantuvieron sin demasiados cambios, a lo largo de prolongados períodos profesionales. El equipo de asociados que mantenía en el momento de su muerte era el que había trabajado con él durante varias décadas, con algunas pocas alteraciones. En el caso de Testa las asociaciones cambiaban de un proyecto a otro, manteniendo algunos vínculos por largos períodos pero que no lo eximían de participar de otras asociaciones eventuales. Juan Fontana y Oscar Lorenti fueron sus socios habituales y permanentes en los últimos años de su actividad profesional, pero representan una excepción dentro de su extensa actuación.
El hecho de ser un notable y prestigioso artista plástico puede llevar a plantear la hipótesis de que sus socios (eventuales y permanentes) dejaban a Testa una especial libertad en las definiciones morfológicas de las obras. Pero los proyectos no son solo formas.
Tal vez, sea en relación con el proyecto del Banco de Londres y América del Sur, ocasión en la que Testa trabajó asociado a SEPRA, en la que la pregunta acerca de cuál fue la responsabilidad de esos otros prestigiosos profesionales en ese proyecto se haya planteado más visiblemente. Se especula y se acepta que la gran experiencia de Alfredo Agostini en la ejecución de obras de hormigón armado haya establecido un límite, un orden y una sistematización en la frondosa libertad expresiva de Clorindo. Resulta imposible definir cuál fue el aporte de uno y de otros en ese edificio pero también parece insensato suponer que fue Testa, el único autor de ese proyecto, frente a la importante experiencia que Sánchez Elía, Peralta Ramos y Agostini, quince años mayores que él, ya tenían en aquel momento.
En el caso de la Biblioteca de México, tal vez alcance con señalar y valorar la excepcionalidad de lo que significa que Apolo y Dionisos se hayan acercado para trabajar de manera conjunta en este concurso [6].
En la revisión de las imágenes propuestas para este proyecto se advierte, una vez más y de manera indudable, el protagonismo de la expresión plástica y gráfica de Testa. Pero también puede señalarse que esas formas tan libres aparecen regularizadas y ordenadas en esquemas en los que se reconoce repetición, modulación, racionalidad funcional y control de superficies que sistematizan la totalidad y que sugieren la particular manera de operar de Álvarez.
Apolo y Dionisos dejan entrever sus singulares maestrías en las huellas de un proyecto notable ■
Los autores agradecen a los arquitectos Juan Fontana y Oscar Lorenti del Estudio Testa por el material gráfico incluido en el presente trabajo.
REFERENCIAS
- Giménez, C. G. y Valentino, J. (2017, agosto-setiembre). Los encuentros de Apolo y Dionisos. La Academia Nacional de Bellas Artes, los anteproyectos y las conversaciones. Revista de Arquitectura, (259), pp. 144-151.
- Kalach, A. y Palomar, J. (2014, setiembre). La profundidad del espacio. Biblioteca y Jardín Botánico José Vasconcelos. Summa+, (138), pp. 4-13.
- Lorenti, O. (2017, agosto-setiembre). Apuntes de memoria. Revista de Arquitectura, (259), pp. 22-25.
- Palomar, J. (2005, junio). El proyecto de la biblioteca de México José Vasconcelos. Un jardín para los libros. Magis, (379). Recuperado de https://magis.iteso.mx/anteriores/001/001_distincta_jardin.htm
Notas
1. La Biblioteca Nacional de México (fundada en el siglo XIX), la Biblioteca de México José Vasconcelos (denominada así a partir de 2000, en homenaje al que fuera su director desde su fundación en 1946 y 1959) ubicada en la Plaza de la Ciudadela –a la que el nuevo edificio complementaría– y la Biblioteca Central de la Universidad Nacional Autónoma de México, inaugurada en 1956, localizada en el celebrado edificio proyectado por Juan O’Gorman, son algunas de las prestigiosas bibliotecas que funcionan en esa ciudad. (Volver)
2. El rascacielos, obra del arquitecto Mario Pani Darqui, es uno de los más importantes de la ciudad. Construido en hormigón armado, se lo considera uno de los edificios más seguros en relación con los movimientos sísmicos. Está coronado por el carrillón más importante de América, donado por el gobierno belga. (Volver)
3. Corresponde a la “Memoria Descriptiva” incluida en las láminas de presentación al concurso. Todas las citas encomilladas sin referencia que siguen, pertenecen a esta memoria. (Volver)
4. Imágenes de este anteproyecto pueden verse en el Catálogo sobre la muestra homenaje realizada en 2013, a pocos meses de fallecido Clorindo Testa, en el marco de la XIV Bienal Internacional de Arquitectura de Buenos Aires. La muestra dedicada a Clorindo Testa tuvo curaduría del arquitecto Juan Fontana. (Volver)
5. Los autores de este artículo fueron los curadores de esa exposición. (Volver)
6. Esta manera de nombrarlos está tomada del título de la exposición Apolo y Dionisos en la Arquitectura Argentina. Mario Roberto Álvarez y Clorindo Testa juntos en el Marq, realizada durante los meses de setiembre a noviembre de 2017. (Volver)
SECCIÓN DEBATES
Como parte de la discusión académica, invitamos a debatir con las ideas presentadas en este artículo. Si su contribución respeta las reglas del intercambio académico y comprobamos fehacientemente su procedencia, será publicada en línea sin referato. Puede enviarnos su reflexión aquí.