FERNANDO LUIS MARTÍNEZ NESPRAL
Universidad de Buenos Aires
Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo
Instituto de Arte Americano e Investigaciones Estéticas “Mario J. Buschiazzo”
Resumen
A comienzos del siglo XVI, poco después de la conquista cristiana de Granada, los musulmanes españoles fueron obligados a convertirse al cristianismo. Menos de un siglo más tarde, a partir de 1609, estos nuevos cristianos, llamados moriscos, fueron expulsados de España. Muchos de ellos se distribuyeron en diferentes territorios islámicos del Mediterráneo, pero una gran cantidad fue a Túnez. Decenas de miles llegaron allí, generando un gran impacto en muchos campos de la cultura tunecina cuyas consecuencias son visibles incluso hoy.
Antes de su expulsión, los moriscos tuvieron un rol singular en la construcción y el diseño en la España del siglo XVI, donde continuaron con las técnicas y gustos de su tradición islámica a los que fueron gradualmente superponiendo influencias renacentistas europeas creando así los modelos híbridos que caracterizaron las artes del período, como los azulejos a los que nos dedicaremos en este texto.
Cuando finalmente fueron expulsados llevaron al exilio este arte, resultado de la confluencia entre Renacimiento y Arte Islámico. Paralelamente se desarrolló la conquista y colonización de América, donde los españoles trajeron, entre otras cosas, idénticos azulejos. Por lo tanto, podemos encontrar este tipo de azulejos en edificios contemporáneos ubicados en África y América Latina, construyendo un insospechado encuentro transatlántico.
Palabras clave
Migración, Exilio, Moriscos, Azulejos
Presentación del tema: componente islámico de la cerámica (y la cultura) españolas
Esta es una historia de azulejos [1], pero también y, fundamentalmente, una historia de migraciones, conquistas, vencedores y vencidos, conversiones religiosas y exilios, en síntesis, una amplia gama de procesos interculturales e hibridaciones.
Los azulejos son un ejemplo que nos permite poner en evidencia este complejo esquema de relaciones culturales intercontinentales y, de alguna manera, una excusa para desarrollar e interpretar desde la Historia de la Arquitectura dichos fenómenos.
Como es bien sabido, en el año 711, y a partir de las diferencias entre dos facciones de los gobernantes visigodos, se produce la llegada de los musulmanes a la Península Ibérica, el primer contingente fue un grupo reducido de aproximadamente 12 mil personas, fundamentalmente norafricanos recientemente convertidos al islam, especialmente bereberes como Tarik ibn Ziyad, su comandante.
Dada la escasa asimilación de los gobernantes germánicos visigodos por parte del sustrato poblacional hispanorromano, la islamización (conversión al islam) y arabización (adopción de la lengua árabe) de la población ibérica fue veloz y extendida.
Esto dio lugar a la incorporación de un componente árabe-islámico con signos visibles en un amplio abanico de expresiones culturales hispánicas hasta el presente, como demuestra su rol en el lenguaje, que es por naturaleza, vehículo de la cultura (tengamos en cuenta que, basados en la cantidad de palabras, el árabe es la segunda fuente etimológica del español, luego del latín) [2]. En estos términos lo explicaba Américo Castro (1984):
En
el lenguaje y en todo lo restante, la historia hispana es una realidad sui
generis, biselada, que no se entiende sino conjugando lo latino-cristiano-europeo
con lo islámico-judaico. En tal conjunto, todos los ingredientes fueron
igualmente fecundos y valiosos (p. 218).
La otrora Hispania romana, pasó a ser parte del Maghreb, región occidental del mundo islámico, y los lazos culturales de la península con el África noroccidental se hicieron muy notorios como se puede observar en la comparación de ejemplos como la Giralda, la torre de la Kutubiya y la torre de Hassan, minaretes contemporáneos (período Almohade, siglo XII) de las mezquitas de Sevilla, Marrakech y Rabat.
Fotografía 1
La Giralda, Catedral de Sevilla, España.
Fuente: ©Jebulon (2012), CC0 1.0 Dominio Público. Recuperado de https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Giralda_from_orange_trees_courtyard_Seville_Spain.jpg
Fotografía 2
La mezquita Kutubiya, Marruecos.
Fuente: ©Baca12 (2015), CC BY-SA 4.0. Recuperado de https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Mosquée_de_la_Koutoubia_-_marakesh.jpg
Como parte de estas lógicas de diseño maghrebíes compartidas, y ya hablando específicamente de azulejos, también es común a ambos lados del estrecho de Gibraltar, el uso de zócalos de material cerámico que cubren las paredes hasta algo más que la altura de una persona como protección y decoración de las superficies [3].
Estos revestimientos se denominan con el arabismo alicatado cuyo origen etimológico proviene del árabe alqáṭ[a]‘ que alude a la acción de cortar y refiere a las pequeñas piezas o teselas con las que se componen complejos patrones geométricos diferentes, presentados en paños independientes que se separan entre sí por cenefas (del árabe sánifa = orla o borde).
La técnica, consiste en cortar las pequeñas teselas para luego componer boca abajo paneles que después de ser colados con una mezcla aglomerante son montados por secciones en los muros, en Marruecos se sigue utilizando actualmente.
Este sistema estuvo vigente en Al Andalus, la Hispania islamizada y se puede ver en numerosos ejemplos españoles y marroquíes, como en los Palacios Nazaríes de la Alhambra de Granada y la Madrasa de Ben Youssef de Marrakech, ambos del siglo XIV.
Pero ya sabemos que la islamización de la península no fue total y, paulatinamente, los reinos cristianos del norte (fundamentalmente Asturias, León, Castilla, Aragón y Navarra) fueron expandiendo hacia el sur sus fronteras en la llamada “Reconquista” [4].
Se trató de un proceso muy extendido en el tiempo, de al menos cuatro siglos, y con un sinnúmero de situaciones complejas y vaivenes, pero para explicarlo sintéticamente, destacaremos tres fechas fundamentales.
En primer término, el año 1085 (finales del siglo XI) que marca la conquista cristiana de la Tulaytula musulmana, ciudad que había sido Toletum en tiempos romanos, luego fue capital del reino visigodo y hoy es conocida con el nombre de Toledo. Está ubicada en el centro de la península muy cerca de Madrid. Históricamente es una ciudad emblemática por su relevancia en el poder peninsular como lo demuestra el hecho de que su arzobispo es aún considerado cardenal primado de España.
La segunda fecha relevante a nuestro criterio es doble: 1212-1249, marcan primero la Batalla de las Navas de Tolosa, colapso del poder musulmán en la península y luego la conquista cristiana de Sevilla, ciudad más relevante de Al Andalus y aún hoy capital de Andalucía, con lo cual el territorio gobernado por musulmanes quedó restringido al reino Nazarí de Granada, que fuera tributario (vasallo) de la cristiana Castilla.
Por último, la tercera fecha es 1492, cuando cae Granada en manos de los Reyes Católicos, Fernando de Aragón e Isabel de Castilla y León, hecho que significa el final de los gobiernos musulmanes en la península.
Esto define un período de unos 400 años en los cuales, poblaciones de españoles árabe hablantes y de religión mayoritariamente musulmana, pues también había judíos y cristianos, se convirtieron en vencidos frente a los nuevos gobernantes cristianos provenientes de los reinos del norte y se enfrentaron a dos opciones: migrar hacia el sur a territorios aún en poder de musulmanes, dentro o fuera de la península, o permanecer en los lugares donde habían nacido y adaptarse a las nuevas circunstancias.
Los que optaron por la segunda alternativa fueron denominados mudéjares vocablo despectivo derivado de la palabra árabe mudáǧǧan (domesticado o asimilado) un término que, muchos años más tarde, a mediados del siglo XIX, en 1859 [5], José Amador de los Ríos utilizara para definir la arquitectura realizada en este período por los alarifes de origen islámico en los nuevos reinos cristianos [6].
La hibridación mudéjar y morisca de la cerámica hispano-islámica
En el largo período entre 1085 y 1492, los artesanos mudéjares fueron adaptando sus saberes a los gustos, preferencias y necesidades de sus nuevos comitentes cristianos, y así se produjo un fantástico arte donde se hibridan las tradiciones hispano-islámicas con las nuevas modas que se imponen desde la Europa cristiana como el Gótico y el Renacimiento.
García Felguera (1991) explica las diferencias con el modelo italiano:
Los artistas españoles, aunque formados –como todos los europeos– sobre el ejemplo italiano, supieron desde fechas muy tempranas marcar diferencias y elaborar un cuerpo doctrinario sumamente original e independiente, cuando no abiertamente contrario a los principios clasicistas que emanaban de Italia (p. 15).
Y una de las causas fundamentales de dichas diferencias es la componente islámica de la cultura española.
Ya específicamente en el campo de los azulejos, en este proceso de transformación se pueden encontrar rupturas y continuidades. Se mantiene la tradición islámica del zócalo azulejado, así como la ornamentación basada en paños con patrones repetidos geométricamente y enmarcados por cenefas, pero a la vez se incorporan nuevos motivos surgidos de las modas y costumbres cristianas.
Entre ellos se destaca la heráldica, un tema central en las sociedades nobiliarias europeas, que se incorpora como un elemento destacado en el centro de grandes paños de alicatados geométricos, pero también aparecen gradualmente otros como los inspirados en la mitología clásica promovidos por el Renacimiento y los surgidos de la iconografía religiosa cristiana que también conviven con la ornamentación geométrica de origen islámico.
De la mano de las apariciones de nuevos motivos ornamentales, se produce una profunda transformación en la técnica. El sistema maghrebí de pequeñas teselas individuales, muta a raíz de la influencia europea (tanto de Italia como de Flandes) hacia azulejos cuadrados o rectangulares con los patrones ornamentales pintados, ya sea con la técnica de cuerda seca con las líneas en relieve o simplemente pintados sobre superficies lisas.
Existen numerosos ejemplos en este sentido, y entre los más famosos se encuentran los azulejos de la Casa de Pilatos en Sevilla y los del Cenador de Carlos I en el Real Alcázar de la misma ciudad, ambos obra de los hermanos Diego y Juan Pulido a comienzos del siglo XVI (1530).
Fotografía 3
Detalle de azulejos, Real Alcázar, Sevilla, España.
Fuente: ©Roberto Venturini (2008), CC BY 2.0. Recuperado de
https://www.flickr.com/photos/robven/3134212966/
Fotografía 4
Detalle de azulejos madraza Ben Youssef, Marruecos.
Fuente: registro fotográfico del autor.
Fotografía 5
Detalle de azulejos cenador de Carlos V, Real Alcázar, Sevilla, España.
Fuente: ©Jebulon (2012), 1.0 Dominio Público. Recuperado de
https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Detail_Cenador_Carlos_V_real_alcazares_Seville_Spain.jpg
Fotografía 6
Azulejos Casa de Pilatos, Sevilla, España.
Fuente: ©Superchilum, CC BY-SA 3.0. Recuperado de
https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Casa_de_Pilatos,_Seville_36.JPG
En los dos sentidos, tanto en lo ornamental con la incorporación de motivos heráldicos, mitológicos o de iconografía cristiana, como en lo técnico al utilizar azulejos de forma rectangular con los motivos pintados, la azulejería española del mudéjar y el renacimiento toma distancia con respecto a la tradición de los alicatados maghrebíes, ya que en Marruecos se mantuvo el sistema de teselas individuales cortadas con formas acordes a patrones exclusivamente geométricos.
Debemos hacer notar que en otras regiones del mundo islámico, como en el Imperio Otomano o en Persia, existieron desde tiempos antiguos casos de azulejería de formas rectangulares y motivos pintados, pero constituyen otras tradiciones lejanas e independientes de la maghrebí vigente durante el período islámico en la zona occidental que nos ocupa.
Ahora, de vuelta en el campo de la historia social y política, poco después de la conquista de Granada, la situación de la población no cristiana de la Península Ibérica se ve más complicada. En el caso de los españoles judíos, se decretó su expulsión el 31 de marzo de 1492, menos de tres meses después del final de la conquista, acaecido el 2 de enero del mismo año.
En cuanto a los españoles de religión musulmana, fueron obligados a optar por convertirse al cristianismo o ser expulsados en las primeras décadas del siglo XVI (los de Castilla en 1502 y los de Aragón y Valencia en 1525). Los que eligieron la opción de convertirse fueron denominados moriscos o cristianos nuevos, despectivo que los diferenciaba de los cristianos viejos, aquellos cuyos antepasados, supuestamente, nunca habían sido musulmanes.
De la mano de esta persecución de los no cristianos, se establecieron los Estatutos de limpieza de sangre por los cuales, para acceder a determinados beneficios como cargos públicos o educación, los interesados debían demostrar que su sangre (o sea sus antepasados) estaba limpia de la mancha que implicaba haber sido musulmán o judío.
Durante todo el siglo XVI, hubo importantes comunidades de moriscos en la península, viviendo en pésimas condiciones, despreciados y perseguidos por las autoridades cristianas y solo ocasionalmente defendidos por sectores de la nobleza local de ciertas regiones para los cuales funcionaban como mano de obra barata [7].
La situación se hizo especialmente crítica en ciertos momentos, como en la rebelión de las Alpujarras, por la cual los moriscos del reino de Granada se rebelaron contra la corona entre 1568 y 1571, los moriscos fueron derrotados y deportados a otras regiones de España.
Fotografía 7
Otras formas de cerámica en el islam no maghrebí.
Fuente: ©Wmpearl (2017), CC0 1.0 Dominio Público. Recuperado de
https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Iznik_tile_from_Turkey,_17th_century,_Dayton_Art_Institute.JPG
Fotografía 8
Otras formas de cerámica en el islam no maghrebí. Cerámica persa.
Fuente: ©Scott Edmunds (2015), CC BY 2.0. Recuperado de
https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Gulbenkian_persian_tiles_(20649763564).jpg
Fotografía 9
Otras formas de cerámica en el islam no maghrebí. Azulejo con ilustración de las huellas de Mahoma, Museo de Arte Islámico de Atenas.
Fuente: registro fotográfico del autor.
Fotografía 10
Otras formas de cerámica en el islam no maghrebí. Azulejo con figuras humanas y animales, Museo de Arte Islámico de Atenas.
Fuente: registro fotográfico del autor.
La expulsión de los moriscos y la fase tunecina de la cerámica española del XVII
Luego de más de un siglo de tensiones, a partir de 1609 y hasta 1613, en sucesivas etapas según las regiones, el rey Felipe III decidió expulsar definitivamente del territorio peninsular a todos los moriscos subsistentes (se estima eran unas 300 milpersonas, la mayoría valencianos y aragoneses), pese a tratarse en su mayoría de cristianos descendientes distantes de musulmanes que habían sido obligados a convertirse alrededor de cien años atrás.
La tragedia de los españoles moriscos no terminó allí, al ser obligados a abandonar sus posesiones y la tierra en la que nacieron, al llegar a los reinos musulmanes allende el Mediterráneo, territorios totalmente extraños para ellos, fueron en muchos lugares mal recibidos, pues para la mentalidad de las poblaciones locales a las que arribaban, los moriscos eran vistos como forasteros extraños que no hablaban el árabe sino el español y no eran musulmanes sino cristianos.
Algunos de ellos migraron al Imperio Otomano, donde ya existían comunidades de descendientes de españoles judíos sefardíes y musulmanes, una cantidad mayor fue al cercano Marruecos, especialmente a las ciudades del norte, próximas a España, como Tánger, Tetuán o Fez donde formaron comunidades cuyos descendientes se reconocen como tales aún hasta el presente.
Pero una gran cantidad de moriscos, no menos de 80 milse asentaron en Túnez pues fueron bien recibidos por los gobernantes locales que vieron la oportunidad de aprovechar su experiencia, y un número tan elevado de migrantes, sumado a la escasa población tunecina de entonces, generó que el impacto de los moriscos en la sociedad y la cultura receptora fuera enorme. Los inmigrantes, o mejor dicho expulsos, representaban aproximadamente un 10% de la población nativa al momento de su arribo.
A esto se suma que, tanto los mudéjares primero, como luego los moriscos, tuvieron una especial dedicación a las artes y oficios, impulsada por la vacancia originada en las costumbres de la sociedad cristiana, para quienes las principales vocaciones eran la militar y la eclesiástica, por lo cual los exilados moriscos constituían una masa poblacional relativamente calificada en lo general y en particular en los temas de construcción que nos ocupan. Así lo plantea Castillo Oreja (1985):
La condición específica de los mudéjares y su laboriosidad les obligó a ocuparse de ciertos oficios que, como en el caso de los relacionados con la construcción, fueron desatendidos en un principio por la población vencedora (p. 58).
Estos moriscos eran básicamente españoles del siglo XVII, diferenciados del resto de sus compatriotas cristianos solo por el hecho de que cien o más años atrás sus antepasados fueran de religión musulmana. Hablaban mayormente español pues muchos habían olvidado la lengua árabe de sus ancestros y había entre ellos rubios de ojos claros que descendían de los antiguos hispano-romanos o que tenían entre sus antepasados algún ascendiente germánico visigótico o del norte de España.
Por lo tanto, estos españoles moriscos, llevaban consigo todos los saberes, costumbres y gustos de la sociedad española de comienzos del XVII y, en el caso particular que nos interesa, la arquitectura, los alarifes o artesanos que llegaron a Túnez contaban en su know how con las estéticas y técnicas hibridadas entre la tradición islámica maghrebí y las influencias renacentistas.
Así, en ciudades tunecinas con alta concentración de moriscos como Testour podemos encontrar una arquitectura con proporciones de aventanamientos y rejas que remiten a la tradición cristiana española y detalles de construcción en ladrillo idénticos a los utilizados en Aragón.
Fotografía 11
Casa en Testour, Túnez.
Fuente: registro fotográfico del autor.
Fotografía 12
Calle en Testour, Túnez.
Fuente: registro fotográfico del autor.
Específicamente en el caso de los azulejos que hoy estamos tratando, la cerámica arquitectónica tunecina del siglo XVII es, básicamente, azulejería española del siglo XVII, que utiliza el mismo sistema antes descripto de zócalos hechos de piezas rectangulares o cuadradas pintadas, donde patrones geométricos, enmarcados en cenefas, se combinan con elementos renacentistas como jarrones con flores y ornamentaciones alrededor de las ventanas con pilastras, cornisas y entablamentos. La única diferencia es, por razones obvias, la ausencia de motivos de la iconografía cristiana que se sustituyen con imágenes de mezquitas y lugares santos del islam.
Ejemplos de esto son los mausoleos de Abu Zamaa al Balawi y Sidi Abid el Ghariani, ambos en Kairouan, cuyos zócalos azulejados son del siglo XVII y remiten directamente a los ejemplos hispánicos contemporáneos y, por lo tanto, son a la vez profundamente diferentes a los alicatados maghrebíes islámicos de entonces, que no habían recibido influencias renacentistas europeas.
Otros ejemplos de azulejería tunecina de origen español pueden ser vistos en el Museo del Bardo de la capital y en diversos edificios en todo el territorio tunecino.
Fotografía 13
Mausoleo de Abu Zamaa al Balawi, Kairouan, galería del patio.
Fuente: registro fotográfico del autor.
Fotografía 14
Mausoleo de Abu Zamaa al Balawi, Kairouan, detalle de azulejos.
Fuente: registro fotográfico del autor.
Fotografía 15
Detalle de panel con azulejos, Museo del Bardo, Túnez.
Fuente: registro fotográfico del autor.
Fotografía 16
Panel con azulejos de motivos florales, Museo del Bardo, Túnez.
Fuente: registro fotográfico del autor.
Fotografía 17
Panel con azulejos de motivos caligráficos, Museo del Bardo, Túnez.
Fuente: registro fotográfico del autor.
En Testour hemos hallado un ejemplo donde se utilizaron azulejos pintados con un patrón idéntico al que podemos encontrar en el patio de Comares de la Alhambra y muy similar a otros del Palacio de Pedro I del Alcázar sevillano (del siglo XIV y por tanto con el antiguo sistema hispano islámico de teselas) Motivo este que, por otra parte, se sigue repitiendo en la azulejería sevillana hasta el presente (desde el siglo XVI en adelante, en la variante de azulejos pintados como los tunecinos).
Fotografía 18
Detalle de azulejos, Patio de Comares, Alhambra, Granada.
Fuente: registro fotográfico del autor.
Fotografía 19
Detalle de azulejos, Testour, Túnez.
Fuente: registro fotográfico del autor.
La conquista americana y el encuentro transatlántico Túnez-España-América
Pero, paralelamente a la conversión forzosa (1502-25) y expulsión (1609-13) de los moriscos, tuvo lugar cruzando el Atlántico, la conquista de América y con ella, la fundación de las ciudades coloniales y la construcción de sus grandes templos, conventos, casas y palacios.
Luego del descubrimiento colombino de 1492 (el mismo año que terminó la Guerra de Granada), la conquista americana tuvo lugar a partir de comienzos del siglo XVI. Por mencionar solo dos de los más importantes territorios, la conquista de México se desarrolló entre 1519 y 1525 (simultáneamente a las conversiones forzosas de mudéjares) y la de Perú entre 1532 y 1572 (concluyendo a la par de la revuelta de las Alpujarras).
De esta manera podemos ver como los procesos de conversión, hibridación y expulsión de mudéjares y moriscos son totalmente contemporáneos a los desarrollos iniciales de las colonias españolas en América que implicaron similares instancias de conquista, migraciones y conversiones forzadas de los vencidos. Procesos ambos que describiera tan claramente Francisco Márquez Villanueva (1991) para el tema morisco como Tzvetan Todorov (1999) para el americano.
El año de 1492 simboliza ya, en la historia de España, este doble movimiento: en ese mismo año el país repudia a su Otro interior al triunfar sobre los moros en la última batalla de Granada y al forzar a los judíos a dejar su territorio, y descubre al Otro exterior, toda esta América que habrá de volverse latina […] Una expulsa la heterogeneidad del cuerpo de España, la otra la introduce irremediablemente en él (Todorov, p. 58).
Por lo tanto, la azulejería que los españoles trajeron a América en los siglos XVI y XVII es contemporánea e idéntica a la que los moriscos llevaron en su exilio a Túnez. El sistema ya descripto de zócalos conformados por paños de azulejos rectangulares o cuadrados con patrones geométricos pintados y enmarcados en cenefas entre los cuales se incorporan, como elementos destacados, motivos ornamentales inspirados en el Renacimiento.
Existen numerosos ejemplos, entre los que se destacan los conventos de Santo Domingo y San Francisco de Lima, cuyos claustros están revestidos de azulejos sevillanos de comienzos del siglo XVII. También el de San Francisco de Quito, que cuenta con una capilla y los zócalos interiores del templo enteramente revestidos y muchos otros, a lo largo de todo el continente.
Fotografía 20
Azulejos en el claustro del convento de San Francisco, Lima.
Fuente: registro fotográfico del autor.
Fotografía 21
Azulejos en El claustro del convento de Santo Domingo, Lima.
Fuente: registro fotográfico del autor.
Fotografía 22
Detalle de azulejos del convento de Santo Domingo, Lima.
Fuente: registro fotográfico del autor.
Fotografías 23 y 24
Detalle de azulejos del convento de San Francisco, Lima.
Fuente: registro fotográfico del autor.
Fotografía 26
Detalle de azulejos de San Francisco, Quito.
Fuente: registro fotográfico del autor.
Fotografía 25
Zócalo azulejado en la iglesia del convento de San Francisco, Quito.
Fuente: registro fotográfico del autor.
Fotografía 27
Detalle del zócalo azulejado de San Francisco, Quito.
Fuente: registro fotográfico del autor.
Hay una amplia tradición en el uso de la cerámica arquitectónica en el México colonial e incluso en las recientes excavaciones arqueológicas de la antigua ciudad de Panamá se han encontrado restos de cerámicas con motivos similares.
En muchos de los ejemplos de mayor escala, se trataba de cerámica producida en España y traída luego a América para su instalación, pero debido a lo extendido de su uso e instalación en el gusto americano, existieron también talleres locales como lo demuestran ejemplos como la escuela de cerámica poblana que proviene del período colonial.
De esta manera, las cerámicas encontradas en los ejemplos tunecinos y americanos del siglo XVII son muy similares o casi idénticas, siendo su única diferencia obvia motivada por las distintas religiones: mientras en América se hacen más profusos los motivos de la iconografía cristiana con imágenes de santos y símbolos de las órdenes religiosas (sobre todo en los edificios confesionales dedicados a la propagación de la fe), en Túnez las referencias iconográficas están naturalmente ligadas al islam y sus sitios sagrados.
También aquí existen ejemplos con patrones idénticos en ambos continentes. En el mausoleo de Sidi Abid el Ghariani de Kairouan, encontramos paños de azulejería cuadrada con un motivo muy sencillo por el cual una diagonal divide dos triángulos de distintos colores que, por la misma época se hicieron muy populares en distintos lugares de América, pero sobre todo en México, donde el arquitecto uruguayo Alejandro Artucio encontró ejemplos en varias ciudades como Pátzcuaro, Querétaro y Puebla [8].
Fotografía 28
Detalle de azulejos, mausoleo de Sidi Abid el Ghariani, Kairouan.
Fuente: registro fotográfico del autor.
Fotografía 29
Fuente del convento de San Agustín, Querétaro, México.
Fuente: ©Minaram (2008), CC BY-SA 4.0. Recuperado de https://commons.wikimedia.org/wiki/File:2008-07-15_MRM_Querétaro_(39).JPG
Fotografía 30
Claustro del convento de Santo Domingo, Lima.
Fuente: registro fotográfico del autor.
Fotografía 31
Galería de la casa de Pilatos, Sevilla, España.
Fuente: ©KikeMad (2009), CC BY-SA 3.0. Recuperado de
https://commons.wikimedia.org/wiki/File:021-Galería-Casa_de_Pilatos-Sevilla(RI-51-0000889).jpg
Fotografía 32
Mausoleo de Abu Zamaa al Balawi, Kairouan, galería del patio.
Fuente: registro fotográfico del autor.
Para concluir, podemos afirmar que se produce en los diversos casos aquí tratados un singular e insospechado encuentro transatlántico entre África y América.
La cultura española estaba a la vez expulsando a una parte de sí al continente africano mientras se expandía en el Nuevo Mundo y, siendo frutos todos de la misma cultura, tanto los moriscos expulsos como los conquistadores y migrantes que vinieron a América, produjeron en ambos continentes ejemplos arquitectónicos con azulejos que por algunos aspectos (como los signos religiosos) podrían considerarse muy distintos mientras que en su esencia son casi idénticos, como lo eran sus autores.
Cerramos así esta historia de azulejos, que como decíamos al inicio, pretendió referirse a una serie de fenómenos más amplios como la migración, el exilio y la interculturalidad, “revelados”, al decir de Castro (1984), a través de unos modestos azulejos:
No es el hecho, sino lo que el hecho revela, el aspecto que se pretende subrayar; los fenómenos podrían ser esos u otros, y se han agrupado unos cuantos sólo para hacer ver que no es azar esporádico, y sí un modo de expresión inserto en una contextura de vida (p. 78) ■
REFERENCIAS
- Amador de los Ríos, J. (1859). Discurso de D. José Amador de los Ríos leído ante la Real Academia de Nobles Artes de San Fernando en su recepción pública. Granada: Imprenta y Librería de D. José M. Zamora
- Artucio, A. (2003). Ruta de un azulejo del medioevo español al México del S. XXI. Cuadernos del Museo del Azulejo, 1. Montevideo: Museo del Azulejo.
- Castillo Oreja, M. A. (1985). La proyección del arte islámico en la arquitectura de nuestro primer renacimiento: el estilo Cisneros. Anales del Instituto de estudios madrileños, (22), pp. 55-63.
- Castro, A. (1984). España en su Historia: cristianos, moros y judíos. Barcelona: Crítica.
- Domínguez Ortiz, A. y Vincent, B. (1993). Historia de los moriscos: vida y tragedia de una minoría. Madrid: Alianza.
- García Felguera, M. de los S. (1991). Viajeros, eruditos y artistas: los europeos ante la pintura española del Siglo de Oro. Madrid: Alianza.
- Márquez Villanueva, F. (1991). El problema morisco: desde otras laderas. Madrid: Libertarias-Prodhufi.
- Noufouri, H. y Martínez Nespral, F. (1999). Nociones de Estética Arábiga y Mudéjar. Buenos Aires: Cálamo.
- Noufouri, H. y Martínez Nespral, F. (1994). El Diccionario del Alarife. Buenos Aires: Fundación Los Cedros.
- Todorov, T. (1999). La conquista de América: el problema del otro. México: Siglo XXI.
Notas
1. La palabra azulejo es un arabismo de la lengua española (palabra cuya etimología es de origen árabe) y proviene del vocablo árabe az-zulaiy = el ladrillito, define a una pieza de cerámica con una de sus caras vidriada usado para revestir superficies arquitectónicas con fines de protección y ornamentación. (Volver)
2. Ver Noufouri y Martínez Nespral (1994). Diccionario de arabismos de la lengua española relacionados a las artes, la arquitectura y el diseño donde queda de manifiesto la gran cantidad de vocablos, conceptos e ideas propias de la cultura hispánica cuya raíz es árabe. (Volver)
3. Ver Noufouri y Martínez Nespral (1999). Especialmente la sección dedicada a la “cualificación de la superficie”. (Volver)
4. Usamos este término porque se encuentra ampliamente difundido, pero debemos hacer notar que se encuentra hoy muy discutido, pues implica asignar una continuidad entre los gobernantes visigodos del siglo VIII y los castellanos o aragoneses del XV y una unidad de sentido a un proceso muy extenso que naturalmente fue más complejo y tuvo múltiples contradicciones internas. (Volver)
5. Ver el discurso de José Amador de los Ríos (1859), leído en junta pública de 19 de junio de 1859, ante la Real Academia de Nobles Artes. (Volver)
6. La palabra alarife proviene del árabe al-arif = el experto, nombre dado a los arquitectos o maestros constructores. (Volver)
7. Ver: Márquez Villanueva (1991) y Domínguez Ortiz yVincent (1993). (Volver)
8. Alejandro Artucio (2003), destaca la relación España-México de este motivo. Nosotros agregamos hoy en este artículo, la conexión Túnez-México del mismo patrón. (Volver)
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