La forma como huella. Un discurso del paisaje desde la experiencia sensible


DIMAS GONZÁLEZ
Universidad de Buenos Aires
Facultad de Arquitectura Diseño y Urbanismo
Instituto de la Espacialidad Humana – Maestría en Lógica y Técnica de la Forma
Cátedra Pedemonte – Proyecto Urbano/Proyecto Arquitectónico.



Resumen

Los paisajes son emergentes de un territorio esencialmente existencial; imbuido de significación por sus moradores, integra para ellos un imaginario conformado por identidad, recuerdos y sentidos, lleno de emociones y experiencias. Valoramos profundamente este imaginario referido, porque coincidimos en que las emociones experimentadas en un lugar articulan al paisaje como un modo de discurso que da sentido individual y colectivo a su habitar. Por lo cual, si el intercambio entre los lugares y sus habitantes, entre personas y paisajes se termina por perder, si desde las disciplinas del proyecto no se mantienen en pie los estructurantes emotivos, experienciales, sensibles que constituyen al paisaje, nos quedaremos con lugares ajenos, habitando discursos incomprensibles.
Nuestros paisajes edificados, las vidas que en ellos llevamos, los significados que introyectan en nosotros, terminarán perdiendo el sentido al destruirse su discurso.
A partir de esta premisa, el objetivo del artículo es plantear la relevancia de un campo de investigación hoy vacante, centrado en valorar la pertinencia del arraigo en el desarrollo y conceptualización de procesos situados para el relevamiento y registro del ámbito de intervención proyectual. Se entiende el arraigo como sustento de la práctica del proyecto arquitectónico; así se buscará descubrir, desde la percepción, lenguajes de formas; desentrañando sus sentidos, lógicas, técnicas y develar, mediante la morfología, instancias integradoras, que elaboran enlaces entre comprensión y representación.

Palabras clave
Paisaje, Arraigo, Forma, Proyecto arquitectónico


Introducción

Los paisajes son emergentes de un territorio que es esencialmente existencial; imbuido de significación por sus moradores, integra para ellos un imaginario conformado por identidad, recuerdos y sentidos, lleno de emociones y experiencias (Nogué, 2008 y 2007a; Innerarity, 2006; Tuan, 1979).

Sin embargo, en las últimas décadas asistimos a una continua desvalorización de aquellos elementos, físicos o intangibles, que afectan desde el paisaje la percepción experiencial del territorio, diluyendo en el proceso las presencias y latencias de aquellas experiencias previas que lo constituyen material y emocionalmente.

Aun así, a contramano de la tendencia, valoramos profundamente la memoria manifiesta en aquel imaginario referido por Nogué: las experiencias compartidas en un lugar articulan al paisaje como un modo de discurso que da sentido individual y colectivo al habitar ese lugar particular.

Por lo cual, si este intercambio entre el lugar y sus habitantes, entre personas y paisaje, se termina por perder; si desde los encuadres de las disciplinas del proyecto no somos capaces de recrearlos y vigorizarlos, buscando mantener en pie los estructurantes materiales, emotivos, experienciales y sensibles que componen el paisaje, nos quedaremos con lugares ajenos, habitando discursos incomprensibles. Nuestros paisajes construidos –urbanos o rurales–, las vidas que en ellos llevamos, los significados que introyectan en nosotros, terminarán perdiendo el sentido al destruirse su discurso.

A partir de esa premisa, planteamos la relevancia de un campo de investigación hoy vacante, centrado en la pertinencia de los procesos de relevamiento y registro del paisaje como sustento para la práctica proyectual: conceptualizando un paisaje “cuya materialidad tangible está teñida, bañada de elementos inmateriales e intangibles que convierten cada lugar en algo único e intransferible” (Nogué, 2015, p. 142), y proponiendo el arraigo al lugar vinculado a un paisaje cuyo discurso tiene en la forma el estructurante primordial del lenguaje que este discurso despliega.

Nuestra elaboración se ofrece como alternativa para registrar y relevar las cualidades de un lugar determinado, las proyecciones que pueda ejercer sobre su territorio, su reflejo en el paisaje, desarrollando valoraciones críticas a la convencionalidad dominante en los procesos de revelamiento del ámbito de intervención proyectual, que –como sistema autorreferencial– inhabilita otras narrativas, otras posibilidades.

Los sustentos teóricos plantean modos de reconocimiento afines a las sensaciones, experiencias, sensibilidades que dan sentido al entorno vivencial (Dussel, 1995 y 2009; Mignolo, 2003; Mignolo, García Linera y Walsh, 2006; Mignolo y Gómez, 2012; Kusch, 1976), promoviendo un sendero hacia la emancipación del aprendizaje proyectual.

Desde un espacio de pensamiento que apunta a la descolonización epistémica (Dussel, 1995 y 2009; Mignolo, 2003, 2006 y 2012; Kusch 1976) e intenta recuperar las propias potencialidades culturales, se abordarán los siguientes sustentos de referencia: la compresión como horizonte experiencial; el desarrollo de una estesis emancipada/emancipatoria; una concepción de sentido vinculada al arraigo; y finalmente, articulaciones sobre cómo conceptualizar las tres instancias previas en la noción de huella desde la cual interpretar el discurso detrás del paisaje, trabajando desde la percepción en oposición a una visualidad objetiva hoy aceptada como principal categoría de interpretación.

En continuidad, no solo se argumentará a favor de esa relevancia sino que se propondrá complementariamente, y a título ilustrativo, un modo de relevamiento y registro del paisaje consecuente, a partir de ejercicios con objetivos pedagógicos realizados en el campo formativo del Taller de Arquitectura [1]; finalmente, haremos una breve referencia a obras de producción contemporánea que comparten en la práctica algunos de nuestros supuestos.

Fundamentos y deudas teóricas: pensar/existir/estar/ser

No seremos los primeros (ni los últimos) en intuir emergentes que el paisaje nos oculta, veladas vertientes que no logramos relacionar o al menos no mediante cómo su expresión se manifiesta en registros convencionales.

Si mediante aquellos emergentes, pudiéramos reelaborar un lenguaje de percepciones que nos permita desentrañar la expresión, tal vez lo extraño se vuelva asimilable a la comprensión.

Ante esta intuición, apuntamos a des-invisibilizar aquellas convenciones que operan sobre las interpretaciones del paisaje (Cosgrove y Daniels, 1988), preguntándonos por los indicios que ayuden a descubrir desde la percepción un discurso del paisaje.

Los sujetos ponderamos y dimensionamos los lugares, el tiempo y los sucesos desde percepciones sensibles (tanto individual como colectivamente); por tal motivo las valoraciones, recuerdos y proyecciones que realizamos adquieren un perfil intuitivo antes que conceptual, perfil que queremos fortalecer en la aproximación al lugar del proyecto urbano y arquitectónico.

El entorno cartesiano en su concepción del mundo se hace un tanto impermeable a las cuestiones planteadas, que como inquietudes nos movilizan a buscar respuestas por fuera de este entorno.

Desde nuestra concepción, promovemos la introducción de operaciones útiles para el desarrollo proyectual, imaginando expresiones del paisaje condensadas alrededor de las instancias de un lugar, sus climas, su cultura y sus pueblos, de tal manera, que logren ser registro de fundamentos orientadores del proyecto; desarrollando una comunión de cualidades que entendemos vinculada al aporte de la morfología, la historia y la geografía como valoraciones particulares de la comprensión. Con estas operaciones se dota, al citado registro y a la manifestación consecuente, de sustancia con la cual ponderar, pensar, especular; que será herramienta en un caso para elaborar preguntas sobre aquello que se percibe e intentamos comprender, y en otro, herramienta para instrumentar respuestas coherentes y rigurosas a aquello que se ha comprendido.

Nuestra propuesta parte de un conjunto de referencias iniciales que re-descubren y re-articulan conceptualizaciones dejadas de lado por las construcciones disciplinares hegemónicas; desarrollan la capacidad de expresar simientes del lugar, especie de nociones de arraigo sobre las cuales se intenta estructurar posiciones de independencia epistémica.

Comprensión

Se destaca entre estas veladas reflexiones el problema de “no ser capaz de ser donde se está” –planteado entre otros por Enrique Dussel (1995 y 2009)– que pone principal atención a la comprensión sensible, liberada de falsas convencionalidades como herramienta emancipatoria. Tal como plantea en uno de sus textos (1995): 

El hombre es el ser que tiene mundo y, por lo tanto, comprende todo lo que acontece en su mundo. La palabra “comprender” (com-prender) podríamos separarla en dos partes: circum, el círculo que me permite englobar aquello que es la totalidad de mi experiencia. De tal manera que, si de pronto avanzara algo en mi mundo de lo cual no tengo ninguna experiencia, me preguntaría: ¿qué es?
Mientras no pudiera relacionarlo de alguna manera con todas mis otras experiencias, diría que “no lo he comprendido”. Porque se encuentra fuera de mi experiencia, me es incomprensible.
El “círculo” (circum), como totalidad de mi mundo, es el horizonte de mi mundo y ese horizonte abarca todo lo que es. Com-prensión tiene además un segundo momento: prensión, de “prender”, “captar” algo en concreto (p. 87).

Pero, en sentido inverso, cuando lo que se encuentra en el horizonte de nuestro mundo y nuestra experiencia, no concuerda con las convenciones que conviven en nuestras disciplinas, cuando nuestro sentir está dislocado respecto de nuestro pensar, la comprensión se altera. Este aspecto se evidencia en las valoraciones y representaciones territoriales mayoritarias respecto de una América no entendida como alteridad, sino como extensión de Europa: una “exterioridad interior” (Mignolo, 2003). En esta conceptualización se supone a la subjetividad americana condicionada por su posicionamiento geopolítico e histórico, incidiendo en el sujeto americano en la “manera de comprenderse a sí mismo, a los otros y al mundo” (Mignolo, García Linera y Walsh, 2006, p. 105); subjetividad naturalmente subalterna a las comprensiones de nosotros mismos y del mundo, pero carente de un horizonte de nuestro mundo desde donde comprender; una subjetividad configurada desde Europa que, en tal capacidad, solo presupone lo americano desde estatutos europeos de comprensión de la realidad, estatutos europeos de sensibilidad o estatutos europeos de creación de conocimiento.

Sensibilidad/Estesis

Walter Mignolo acuña el concepto de una “colonialidad de la sensibilidad”, determinando la dominación sobre aquello que resulta de la sensación del cuerpo, “lo sensible”. La colonialidad a la cual se refiere implica exclusión, subordinación de aquel que resulta dominado, negado su saber, y en la negación de su saber se niega también su “ser-en-el-mundo”, “su horizonte de comprensión”, su proyecto y proyección; una “matriz de poder” que instaura la valoración de la convención por sobre el sujeto (Mignolo, 2003 y Mignolo y Gómez, 2012).

Mignolo argumenta que la institución de “la convención” ha conquistado a su instituyente, el sujeto, y en esa misma conquista ha convalidado la dominación; el canon estético sujeta en sí a la sensibilidad particular que lo constituyó y la dotó de sentido; en adelante la sensibilidad se adaptará a la normativa del gusto personificada por idea de la estética como una convención impuesta. Haciendo un llamado a “avanzar en la conceptualización de la descolonización de la estética y la liberación de la aiesthesis (el sentir)” Mignolo y Gómez, (2012, p. 4), señalan: 

Las estéticas decoloniales buscan descolonizar los conceptos cómplices de arte y estética para liberar la subjetividad. Si una de las funciones explícitas del arte es influenciar y afectar los sentidos, las emociones y el intelecto, y de la filosofía estética entender el sentido del arte, entonces las estéticas decoloniales, en los procesos del hacer y en sus productos tanto como en su entendimiento, comienzan por aquello que el arte y las estéticas occidentales implícitamente ocultan (p. 9).

Esta des-ocultación implica poner a las sensaciones de nuevo al mando; desde donde se vuelve cada vez más evidente la necesidad de una percepción que se sustente en la estesis, en la experiencia, en las sensaciones de los sentidos que pertenecen y son pertinentes al ámbito como fuente de subjetividad.

La influencia de la convención impuesta (particularmente, la visualidad) afecta a la manera de percibir, y supone en la afectación procesos de formación de subjetividades bajo un dominio casi inasible sobre nuestra capacidad de comprender desde los sentidos; así, desde esos sentidos demarcados por una normativa precisa de convenciones, se imposibilita apreciar la inconsistencia e ilegitimidad de ciertas categorías que desconocen el horizonte del sujeto americano como fuente de saberes. Al negar este mundo como realidad independiente y anexarlo como extensión epistémica de Europa, el saber que habita en él se invisibiliza y su capacidad de una existencia autónoma se diluye.

En contrapartida, Mignolo y Gómez (2012) apuntan a un sendero de pensamiento que anteponga el ejemplar a la ejemplaridad, el ser –este ser– (en transición, cambiante, vivo, inmanente, emergente de la tierra, ab-origen) al tipo (ideal, inmutable, trascendente, cartesiano, impuesto). Imaginando una percepción desde la “mundana cotidianidad” (Dussel, 1995) como esencia de comprensión, el sentido seminal que se sustenta en el sentido común, fundamentado en aquello que es, sin más.

Sentido

Sin el enlace a lo cotidiano (en los términos de Dussel), a la realidad tangible y experimentable sin más (ni menos) que el hecho de ser-en, las convenciones son ilegítimas, carecen de sentido. Por lo tanto, el sentido, en sus instancias primarias de estructuración, lo entendemos como consecuencia del contexto, desde donde se establecen las convenciones primordiales que lo convierten en un vínculo vital entre cuerpo y lugar.

Pero para que esta construcción (cultural y colectiva) entre cuerpos y lugar, basada en el sentido emerja, es de suyo que el ser tiene que estar fundado en un lugar (ser-en o ser-desde), al cual vivir, sentir y experimentar para comprender: sé quién soy porque entiendo desde dónde soy (Kusch, 1976); proposición que mantendremos en cuenta cuando se nos escape de la experiencia propia, “ser desde un lugar o un tiempo”, reteniendo la vocación de ubicarnos (aunque sea imaginariamente, en un ejercicio de comprensión) desde la posición de quien pudo estar en ese lugar, en ese momento, bajo esas construcciones para descubrir o hipotetizar sobre su sentir.

Esta trama es la base de sustentación de nuestra idea de sentido, y a la vez la trama, se sustenta en las condensaciones que ese sentido genera en su ampliación, donde ingresan paso a paso el lenguaje, la imaginación, la artesanía, hasta alcanzar la densidad de cultura como identidad integradora.

Forma

La elaboración de nuestra compresión, que busca interpretar al entorno, dará cuenta, para constituirse en aquellos sentidos que ese entorno estructura, del discernimiento que “requiere la plenitud primaria y escueta de las formas, sin el acomodamiento de los usos ni las referencias a lo ya conocido” (Doberti, 2012), o sea sin mediaciones de convenciones innecesarias que la signifiquen por fuera de su sentido propio.

La forma, requerida como discernimiento, será nuestra matriz de valoración, y nos sustentaremos en ella como instancia de comprensión del lugar, embebidos en el “horizonte de nuestro mundo”. Desde esta forma se habilitan reconocimientos y lecturas para desarrollar entendimientos capaces de eludir las referencias convencionales impuestas, develando sentidos que hagan posible reconfigurar horizontes en sintonía con el entorno experimentable, integrando la expresión al espacio donde se localiza. Será además importante reconocer en la forma, sustancias de pertenencia y pertinencia: entendemos a las formas como parte de un entorno, que tiene a su vez forma y da sentido a la forma de sus partes, configurando una totalidad orgánica de partes, subpartes y componentes que se proporcionan, sistematizan y armonizan en la conformación donde hallan sentido (de ser). El estudio morfológico supone así una aproximación a la forma la cual, una vez reconocida como tal, es capaz de desarrollar interpretaciones que, a su vez, afectan las maneras en la cual la forma manifestada es percibida. Lo interesante resulta que, más allá de manifestaciones –que, aunque arbitrarias sean aceptadas como válidas en un contexto determinado–, la forma habilita intrínsecamente a regresar a un origen remoto para re-articular interpretaciones y manifestaciones que se correspondan al entorno de comprensión y sentido.

Nos valemos de la morfología aprovechando que, como sostiene Doberti,

es un campo de conocimiento y de producción, que se constituye entre el piso instrumental de la elaboración gráfica o tridimensional y el techo conceptual de la abstracción. Ninguno de estos planos puede resignarse sin que el otro se deteriore. Ni la producción material puede limitarse a mera mecánica utilitaria ni la abstracción debe convertirse en devaneo intelectual (2008, p. 52).

Asumimos entonces la forma como universo relacional, condensándose en instancia de comprensión al percibir, y como herramienta para expresar lo comprendido en instancias sistemáticas de representación. La morfología será nuestra sustancia integradora; una propia valoración particular de la comprensión con la cual descubrir en la forma, las formas del paisaje, develando sus posibles discursos, profundizando en las lógicas constitutivas de los lenguajes de un lugar, comprendiendo sus sentidos, manifestando sus sensibilidades, expresando su materialidad tangible y su interpretación inefable.

El paisaje como un proyecto de construcción colectiva

Dussel propone entender la com-prensión como poder-ser, como Proyecto:

La comprensión de la totalidad, no es sólo una estática comprensión de lo que me rodea, sino que el ser o la totalidad de sentido de una época está siempre pendiente de un futuro adviniente. La palabra adviniente significa que voy (ad-) hacia lo que viene desde adelante como fruto. Quiero decir que el fundamento de lo que llamé mundo (el de mi barrio, por ejemplo) no es simplemente lo que se está dando, sino que es principalmente el proyecto de existencia que soy, que nosotros somos, que un pueblo es. De ahí que proyecto significa lo mismo que comprensión como “poder-ser”. “Poder-ser” en este caso no es simplemente lo que uno es, sino como uno se “comprende poder-ser” (Dussel, 1995, p. 92).

Como cierre de este repaso y comentario sobre nuestros fundamentos y deudas teóricas, refrendamos los enlaces Horizonte-Comprensión-Forma-Proyecto como concreción posible del potencial del ser-desde América, capaz de ser sustento de sentido, de Ser y por lo tanto capaz de crear conocimiento, valoraciones, estéticas, discursos.

Correspondientemente, el paisaje resulta el articulador de territorio y lugar desde donde el proyecto disciplinar se integra como enlace entre percepción y espacialidad. Paisaje resulta, entonces, un modo de ordenamiento del espacio tangible (multidimensional, atravesado por el tiempo, con materialidad, dotado de morfología, etc.), configurado en el dominio de lo valorativo y lo sensorial, en oposición a la postura convencional del paisaje como emergente de la visualidad (pictórico, idealizado, objetual) como algo dado, natural. Rescata comprensiones emergentes, como el “saber del puro estar” del yatiri aymara (Kusch, 1976, p. 19) que funda su conocimiento en la experiencia vital de ser-desde un lugar; dando pie a las elaboraciones con las que el presente trabajo intenta colaborar, comprensiones fundadas en las sensaciones de estar acá, en un lugar determinado, como nuevas simientes de conocimiento.

Pensamos ese arraigo como nutriente necesario del proyecto, cuyo despliegue disciplinar se recrea en los sentidos y las sensibilidades (estesis) que confluyen en el paisaje; un paisaje que se construye desde imaginarios compartidos, desde experiencias comunes, del cual es necesario re-descubrir huellas valiosas en el proceso de relevamiento y registro, para con ellas construir la plenitud de nuestras identidades, nuestras raíces al lugar por el que somos, desde donde pensamos y desde el cual nos proyectamos.

Enfoque: pautas hacia nuevas modalidades de relevamiento y registro del ámbito de intervención proyectual

Como mencionamos en la introducción, la intención primaria del trabajo es incentivar maneras alternativas de relevamiento y registro del paisaje orientadas a un reposicionamiento de la práctica proyectual.

Particularmente proponemos una manera en la que los relevamientos y registros estén fundados en valoraciones sensibles y situadas, propiciando prácticas que articulen las comprensiones y percepciones en un registro de la identidad de un lugar, ya que, coincidiendo con visiones aportadas desde las geografías emocionales, creemos que “el paisaje ha tenido y sigue teniendo un papel relevante en el proceso de formación, consolidación y mantenimiento de identidades territoriales” (Nogué, 2007b); imaginando en el relevamiento un campo de inter-afectación entre percepción y comprensión, de donde emerjan expresiones disciplinares de las nociones de arraigo relevadas y registradas.

Comprendemos las tramas sensibles estructuradas por el citado campo de inter-afectación no mediante ordenamientos a priori, regulados, cartesianos, sino auscultando esas tramas en lecturas singulares y sencillas, desde las sensaciones particulares que las significan, las posicionan en el territorio, dentro del paisaje y sumergidas en la cultura; lecturas imbuidas en la valorización de huellas en el paisaje condensadas en indicios registrables, que la interpretación proyectual pondera y dimensiona.

Partimos de la premisa que el espacio construido reflejado en el paisaje –en estratos superpuestos durante generaciones– desarrolla un discurso que tiende a perdurar su función estricta, trascendiendo usos y programas originales, y por lo cual, en su constitución, el proyecto –aquello que procura ser espacio construido– re-crea y/o articula los discursos de un paisaje cuya (aparentemente convenida) función instituyente, el uso, ya no necesariamente mantiene sentido operativo, o al menos lo mantiene parcialmente.

Entonces, en nuestra hipótesis, lo que permanece como valor disponible para crear, re-crear o articular ensayos proyectuales –que buscan integrarse al discurso del paisaje– son las formas, las proporciones, las prácticas constructivas, las esencias de su constitución, el sentido que el contexto tiene o tuvo.

De estas permanencias emerge un paisaje entendido como la condensación de discursos múltiples y simultáneos (Tuan, 1979), dotando de un valor fundante a la vinculación que el proyecto desarrolla y propone en y con su entorno, ya que es la pertinencia de esta relación la que dará lugar a la permanencia material de un proyecto a través del tiempo. Dentro del planteo expuesto, es en la comprensión del ámbito de intervención donde se anudan algunos de los fundamentos esenciales al proyecto arquitectónico que buscamos desarrollar, promoviendo instancias de aproximación y reconocimiento a este ámbito específico, en donde, con el cual y por el cual se desarrollará el proyecto.

El presente enfoque propone desplegar maneras de trabajar el entorno con el cual el proyecto ensayará su arraigo al lugar de intervención, incorporando a la morfología como herramienta de integración, con la cual descubrir en las formas, discursos. Se intentará alcanzar este objetivo elaborando un intercambio entre representación y comprensión como sostenes del ensayo proyectual, de algún modo mediando entre la percepción sensible y el gesto técnico disciplinar buscaremos reconocer, un lenguaje de formas, desentrañando en sus sentidos, lógicas, técnicas, de cuya comprensión emerge un discurso del paisaje sujeto a la interpretación de quien percibe con vocación de proyectar.

Encontramos en la percepción subjetiva una variante fundamental, y dentro de este impulso movilizador, retomamos lo ya expuesto respecto de las sensaciones y sensibilidades de la experiencia vital como fuente principal en la dotación de sentido que esta percepción articula en cuanto a recuperar la estesis. De esta manera, el sentido y sus consecuentes significaciones son nociones que mantendremos vinculadas a la percepción emergente de la experiencia (sea directa o reinterpretada por medio de documentos u otros registros) como un sendero de emancipación. Como ya se ha dicho, el paisaje resulta para nosotros el enlace entre percepción y espacialidad, asimilando a través de la experiencia sensible las cualidades intangibles del lugar (Nogué 2007b, Minca 2008, Tafalla, 2015), incorporando en su articulación las formas y sus composiciones, las densidades y sus matices, las huellas de la naturaleza y las presencias de la cultura a ser valoradas e introyectadas por el proyectista. En la construcción propuesta, se busca desarrollar la comprensión del ámbito de intervención desde las lógicas y técnicas de las formas hacia una didáctica que promueva interpretaciones subjetivas pero racionales, incorporadas a través de la experiencia sensible, integrando percepción, comprensión e imaginación a manifestarse en registros morfológicos que resulten insumos esenciales al proceso proyectual. 

Reiteramos al universo de la morfología como una instancia de comprensión al percibir y como una herramienta para expresar lo comprendido, donde consecuentemente será fundamental que el registro que manifiesta a la percepción procure explicaciones (representaciones) que profundicen los significados de aquella experiencia que intenta ser expresada; indagando en las lógicas constitutivas del paisaje, en su lenguaje (formal, poético, material), en las emergencias geométricas de las formas descubiertas, en las escalas, texturas, tramas, colores.

Recapitulando, los componentes principales para una práctica del relevamiento que promueva un horizonte de arraigo al territorio serán afines a comprensiones del lugar, centradas en la percepción sensible y las interpretaciones consecuentes, sustentos conceptuales de nuestro ejercicio que proponemos mediados por la instancia morfológica, que se articula como cuenca integradora de comprensión, representación y sentido. Los elementos a desarrollar en la elaboración propuesta serán:

>  el desplazamiento desde la centralidad de la visualidad a la amplitud de la percepción como herramienta de introyección,

>  una estructuración propia de cada lugar como contexto operativo a la práctica del relevamiento planteada, implicando en la estructura un principio de totalidad reconocible orgánicamente, y

>  el ordenamiento discursivo de los hallazgos emergentes, consecuentes a la estructuración inicial pero que profundicen el sentido, presentando la estructura y los elementos de un paisaje a la manera de un lenguaje a ser registrado.

Y, como elemento de cierre, la integración de las instancias anteriores decantadas a través del aporte disciplinar de la morfología en una representación pertinente que incorpore la estructuración conceptual del relevamiento y el registro de un discurso consecuente con la percepción del lugar, resultando en fundamentos para un proyecto disciplinar situado geográfica, temporal y epistemológicamente en un ámbito de vocación independiente, un proyecto que parte de comprensiones emancipadas y que, por lo tanto, aspira a una práctica disciplinar propia y autónoma.

Percepción y visualidad

La ya mencionada problemática de “no ser capaz de ser donde se está”, trae aparejado –entre otros– el tema de la percepción,situándonos en el debate sobre la preponderancia impuesta –y falsamente convenida– por la cual la visualidad encabeza (sin oponentes) el tejido del campo disciplinar; coincidimos en reconocer en la visualidad (como modo de centrar la percepción) una categori zación eurocentrada (Tafalla, 2015) que se extiende sobre nuestra territorialidad sin hacer pie en ella.

Enfrentamos a la visualidad con la noción de percepción, incorporando la sensibilidad ampliada de los sentidos como herramienta con la cual desplazar la mirada como la autopista omnímoda en la comprensión de las manifestaciones del paisaje; dando paso a la concepción de una percepción que asuma en su conceptualización sensibilidades propias de un lugar y sus memorias, simples, cotidianas, con las cuales condensar sentido desde los sentidos, desde la experiencia de habitar un ámbito, planteando como meta la ruptura decidida con la convencionalidad ajena.

En la diferencia entre visualidad y percepción, buscamos ubicar una aproximación que implique reconocer la forma como una espacio-temporalidad situada, integrada e integral, reconocimiento desde el cual esta se percibe e imagina, implicando la potencialidad del proyecto, como poder-ser (Dussel, 1995, p. 92). De tal modo, la puesta en juego de valores e imaginarios, revela implícitamente una crítica a los cánones y convenciones disciplinares, que entendemos resultan impedimentos para discernir y pensar desde el “horizonte de comprensión” propio que propugnan las concepciones deslocalizadas expuestas.

Entendemos que, si limitamos las herramientas de reconocimiento, también limitamos la búsqueda y con ella, los resultados: la manera en que percibimos condiciona o posibilita el descubrimiento (González y Mellace, 2017) y, en este descubrimiento, el conocimiento proyectual que este ilumine en su producción. Sospechamos de la instancia disciplinar, que –como convención– subyuga la percepción, y con ella la comprensión y el sentido; por este motivo ponemos en relevancia que muchas de estas convenciones resultan llanamente obstáculos epistemológicos, que creemos necesario mitigar, reformular o ladear con otras posiciones.

Entendemos que una percepción que comprende y representa desde una situación abstracta, pierde en el camino los significados de esa percepción respecto de su sentido (de cada pieza, en cada elemento, hasta el conjunto integral), provocando una desnudez de significaciones y valoraciones situadas a las formas percibidas, al conjunto que conforman, a la historia que las antecede (Doberti, 2002). En efecto, creemos que lo concreto caracteriza a las manifestaciones del lugar, y por lo tanto su comprensión no debe soslayar cómo el lugar se manifiesta y por qué lo hace de tal manera (sus lógicas y técnicas, pero también memorias y emociones), instancias a ser relevadas mediante la inter-afectación entre percepción y comprensión.

En cuanto a la comprensión del lugar, el disciplinamiento referido se vuelve negación respecto las alternativas que se apartan de ascéticas descripciones convencionales: geometrías, materiales, funciones, entre otras. Por lo tanto, planteamos un marco conceptual opuesto a posturas queen nombre de una racionalidad acrítica se invalidan alternativas, enfrentamiento que no niega la posición universalizante, sino que propone interactuar y discutir el campo disciplinar.

Estructuración orgánica como semilla de ordenamiento

Asumimos la vocación de articular la percepción sensible en lineamientos generales simples (retomando la noción de estesis planteada en el título “Fundamentos y deudas teóricas…”), a partir de lecturas subjetivas del discurso del paisaje como entorno operativo básico, evitando sistemáticas totalizadoras. Lejos de la idea de abstraer un lenguaje del paisaje o un método para investigarlo, cada paisaje generará su propia metodología.

En consecuencia, el relevamiento y registro de paisajes particulares necesitará –cada vez– de marcos propios para investigar aquella especificidad, guiándose con las herramientas que se entiendan oportunas (como ya mencionamos: historia, morfología, geografía, sociología, entre otras), articulándose los tamices de ponderación por afinidades conceptuales a ser desarrollados en cada investigación, en cada paisaje, validando aquello de anteponer “el ejemplar a la ejemplaridad”.

Se trata de un ejercicio que requiere formas, datos, memorias, texturas y coloridad; características climáticas y su reflejo en idiosincrasias, personalidades y emergentes culturales.

Al respecto Doberti plantea “la forma no es un atributo, una parte o una característica que pueda ser deslindada o separada de la totalidad conformada” (2008, p. 106), por lo tanto, el relevamiento y registro hará en el ejercicio de comprensión un reconocimiento de las formas en una estructura de integración contextualizada, interpretando su totalidad orgánicamente y evitando que se desvirtúen los significados de aquella estructuración que intenta ser representada, anulando o debilitando el sentido de organicidad. 

Integración sensible

Las producciones estéticas –o sea, aquellas elaboraciones cuyos sentidos y sensibilidades instituyentes resultan perceptibles en su configuración tangible–, que podemos determinar como huellas (Stekar, 2018), resultan ser aquellos indicios registrables y permiten una aproximación relacional que comience –en el relevamiento de esas huellas– a construir un entramado que explique, complemente, profundice lo evidente y literal.

Nuestra comprensión del campo proyectual involucra la capacidad de imaginar coherencias disciplinares posibles dentro de un contexto cierto y situado, apelando a la percepción como instancia sustancial en el desarrollo de un proyecto arraigado a su ámbito. Este contexto cierto tiene una comprensión amplia: no es solamente aquel contexto físico, social o histórico propuesto por un relato oficial aceptado sin más, sino aquel entorno que surge de una comprensión más profunda e intencionada que articula la experiencia personal del contexto; entre ambos componen el entorno que comprendemos como marco para imaginar el proyecto: el ámbito emergente de una comprensión que se nutre del entramado experiencial, agencia de aquello que inspira la producción proyectual y a lo cual refiere.

El proyecto incorpora, en estas maneras de relevar y registrar (necesidades, presencias físicas, latencias culturales, entre otras), una matriz que traza un camino sobre el cual continuar la imaginación disciplinar, darle cuerpo, estructura (conceptual, geométrica, portante), induciéndonos a tomar decisiones.

El relevamiento propuesto implica, entonces, lecturas sensibles del entorno material, de un lugar, de su paisaje; donde la pertinencia de lo relevado orienta el registro de una representación de formas, lógicas y técnicas que acuden a la morfología como valoración y a la geometría como apoyo metodológico, haciendo en el ejercicio de comprensión no solamente un reconocimiento de formas aisladas, sino que tratará de aprehender la interrelación orgánica que perciba como parte y totalidad, explicitando ritmos y sistemas de ritmos, proporciones y sistemas de proporciones, texturas y tramados en sus diversas escalas de apreciación.

Esta secuencia de relevamiento y registro articula en su integración los múltiples hallazgos, reconociendo en una estructuración orgánica –tanto de presencias físicas como interpretaciones simbólicas– latencias experienciales o significantes emotivos; resultando una guía para conducir el recorrido del proyecto que operará en ese paisaje, sustentado en las percepciones y comprensiones que desde su experiencia fue develando, tamiz a tamiz, en razonamientos y reflexiones.La huella estética será registro de representación que expresa la experiencia del relevamiento (Stekar, 2018).

En esta re-presentación el ejercicio de relevar y registrar define instancias subjetivas y colectivas al interpretar e introyectar el sentido que un lugar y su paisaje tienen para el proyecto de arquitectura. Un sentido entendido tanto desde las significaciones como desde las sensibilidades o sensaciones propias del lugar, logrando articularlas en un discurso que es propio de quien releva y registra desde su estesis, y es propio e identitario del lugar a la vez; este discurso requiere ser pertinente en su manera de volver a presentar el lenguaje del paisaje ya no como literalidad, sino como una instancia previa y latente del proyecto a desarrollar en consecuencia.

Relevamiento y registro

Creemos que entre la experiencia (al relevar) y la reflexión (del registro) hay mediadores o principios transferibles, que asimilamos, en un modo de lenguaje particular, con la noción de discurso referida. Este discurso, a desentrañar por quien releva, reconoce valoraciones capaces de condensar rasgos identitarios; identificables como parte de una estructuración de sentido a recomponer en el registro desde sus elementos reconocidos, ponderados por la experiencia de habitar y representado mediante la reflexión que el gesto técnico de la disciplina incorpora; entendiendo en cada caso los procesos de abstracción a desarrollar como modos de apropiación de la totalidad concreta pero inabarcable como tal.

Ilustramos lo desarrollado compartiendo un ejemplo del ejercicio realizado en el campo académico, mediante el cual alumnos del Taller Pedemonte de la carrera de Arquitectura de la Universidad de Buenos Aires plantean la aproximación al lugar donde realizarán su proyecto cuatrimestral [2].

Estudios de relevamiento
Autoras: Ducatenzeiler y Tellería / Arquitectura IV
Cátedra Pedemonte (2009).

Fotografías 1 y 2
Maquetas conceptuales de la hibridación estática-dinámica, ensayando morfologías integradas entre piedra, viento y oleaje.
Fuente: registro fotográfico del trabajo de las alumnas Ducatenzeiler y Tellería en el marco del curso de Arquitectura IV de la Cátedra Pedemonte
(FADU-UBA, 2009).

Figuras 1, 2 y 3
Croquis de Implantación en sección y planta.
Fuente: digitalización del trabajo de las alumnas Ducatenzeiler y Tellería en el marco del curso de Arquitectura IV de la Cátedra Pedemonte
(FADU-UBA, 2009).

Puerto Pirámides-Península Valdés: Acantilado y Mar

Relevando las texturas y conceptualizaciones se comprende al lugar y su paisaje desde el encuentro entre la dinámica del viento y el embate del Atlántico contra la estática quietud del acantilado. Esta caracterización define un cruce de direcciones perpendiculares que encuentran en una fisura particular del acantilado su ámbito de integración, donde se materializa dicho encuentro: entre los lados firmes de piedra la hendidura más débil permite ingresar al mar y al viento creando una espacialidad híbrida. Se estudia la morfología del intercambio como instancia conceptual en maqueta y complementariamente esa morfología se articula con la cisura de implantación (reconociendo proporciones, entrantes, despejes, espesores) hallando aquella huella que transitará el proyecto en desarrollo manifestando los conceptos relevados en registros de forma que gestan el camino hacia espacialidad proyectual.

Develando el proyecto desde sentidos de arraigo

Explicamos cómo, por medio del ejercicio que llamamos huella estética, el relevamiento sensible y su registro consecuente construyen una manera de entender el entorno por medio de los sentidos: representar una trama de huellas en un orden invisibilizado es un hallazgo al cual se alcanza percibiendo sobre los indicios tangibles, pero supone un modo de relacionarse con aquello que no es reconocible, aquello de lo cual no se sabe a primera vista (sin una profundización acorde). Planteamos así una aproximación que aleja al proyectista de preconcepciones convencionales y lo coloca de otra manera frente al paisaje, poniendo al mando nuestra experiencia vital.

Detrás del velo superficial, el registro de confluentes que se constituyen en aquellos hallazgos transferibles impresos en nuestra huella estética, nos permite trabajar en la vinculación o tramado de estos emergentes representados como una lectura a interpretar; en la cual quien realice el ejercicio recreará valoraciones con las cuales intentar comprender, rearticulando el discurso del lugar, ese elusivo lenguaje que para nosotros sostiene al paisaje y resulta, en el devenir disciplinar, un nutriente fundante del proyecto. Las rearticulaciones de sentido se fundan en las sensaciones de la experiencia en el paisaje, implicadas en un discurso a descubrir y reinterpretar; perspectiva desde la cual aproximarse a valoraciones y categorías que ponderen al lugar (y las respuestas sociales y culturales que configuraron física y emocionalmente a ese lugar) reconociendo las vinculaciones subyacentes que el lugar despliega.

Desafiando la omnímoda visualidad descriptiva que proponen las narrativas convencionales; apelando a las sensibilidades estéticas como enlaces de sentido entre las tramas referidas, habilitando su reemergencia; y permitiendo vasos comunicantes de interrelación que saltan los ordenamientos ortodoxos, pero que además saltan los límites estrictos de las grandes historias como único cristal con el cual interpretar el lugar. Creemos necesario reinterpretar un discurso del paisaje cuya intención procure cuestionar aquellas cristalizaciones naturales impuestas convencionalmente, que eluden reflejar alguna o múltiples conflictividades presentes o latentes, y por lo tanto confrontándolas con las estructuraciones emergentes de huellas halladas en relevamientos cuyos sustentos tangibles son consecuencia de una lectura sensible del lugar y su paisaje, una interpretación del discurso que el paisaje provoca, elaborando un registro que lo documente.

Proponemos una reelaboración del arraigo centrados en procesos de relevamiento y registro del entorno configurados por valoraciones morfológicas que serán en un caso herramientas para elaborar preguntas sobre aquello que se percibe e intentamos comprender (causas, modalidades, significados), y en otro, para instrumentar respuestas coherentes y rigurosas a aquello que se ha comprendido (representaciones, interpretaciones, sistemas).

Un proyecto orientado desde las lógicas y técnicas de las formas que constituyen al paisaje en el cual y por el cual se desarrolla un proyecto (y no otros posibles).

Lógicas y técnicas que dotan a la arquitectura de significación; significación estética, significación material, significación discursiva, significación simbólica.

Lógicas y técnicas que configuran un sentido de arraigo capaz de sustentar la generación de nuevas formas, de nuevos paisajes y de nuevos significados, en un ciclo situado y abierto; ya que, parafraseando a Doberti, la forma está antes de las comprensiones y sentidos; y después de las comprensiones y los sentidos, está la forma.

Para terminar, ponemos en consideración algunas obras que entendemos como vertientes efectivas de lo desarrollado, ya no desde el campo académico sino afirmadas en el ámbito de la profesión.

Son trabajos que retoman y resignifican sensibilidades autóctonas, tecnologías antiguas e imaginerías arcaicas pero emocionalmente activas, integrándolas mediante la reflexión proyectual al paisaje contemporáneo que permiten especular sobre otros inicios posibles para el proyecto disciplinar.

Las obras de Barclay-Crousse y Longhi particularmente operan salteando períodos de tiempo lineal en su genealogía historiográfica (período precolombino, colonial, moderno, contemporáneo, entre otros), sugiriendo una trama espacial en la cual rearticular y ponderar las producciones emergentes de cada periodo, con el fin de comprender trazados por los cuales transitar hacia concepciones capaces de caracterizar expresiones de arraigo integradas al paisaje material.

Fotografías 3, 4, 5 y 6
Luis Longhi (Casa Pachacamac, Lima, Perú).
Fuente: registro fotográfico de obra del archivo personal del arq. Luis Longhi Traverso.

La referencia del Grupo Talca apela a la experiencia del habitante ante su territorio, a las técnicas de construcción autóctonas como anclaje temporal, a la posición del paisaje como instancia de valoración principal del proyecto incorporando con el clima variantes de uso.

Comprendiéndose en el discurso del paisaje, en los vestigios físicos pasados, en las presencias vitales y en sus latencias inmanentes, los proyectos que ilustran nuestra posición se erigen como estructuradores de encrucijadas y enlaces.

En todos los casos, las producciones habilitan un horizonte disciplinar cuyo fin resulta en la revalorización de los constituyentes emotivos que dan sentido al discurso de un paisaje dado y, en esta revalorización, implican una práctica respetuosa de las identidades de los lugares donde esa práctica se concreta, como una manera de mantener aquellas identidades, recuperando lógicas disciplinares independientes.

Fotografías 7, 8 y 9
Grupo Talca (Mirador Pinohuacho, Villarrica, Chile).
Fuente: registro fotográfico de obra del archivo del Grupo Talca.

Epílogo

Auscultar, desde la percepción subjetiva, el paisaje vivenciado en búsqueda de huellas es el inicio del relevamiento del paisaje que compartimos.

Paisaje que se presenta como horizonte de las ideas desarrolladas, proponiendo una noción de relevamiento y registro que refrenda la invitación a crear (o re-crear) instancias de percepción que destacamos para ahondar en la interpretación del lenguaje de las formas que lo manifiestan, como una manera de desentrañar su discurso, asimilando en sus sentidos una identidad arraigada; y en esos sentidos re-interpretar, re-conectar, saldar cuentas pendientes y configurar representaciones de su ordenamiento, de las jerarquías que impone, de las lógicas de funcionamiento; reconociendo y contextualizando las huellas con las cuales re-componer el texto a leer, incorporando un registro de percepción –o huella estética– que exceda lo exclusivamente visual, cuyo discurso intentamos ampliar, con la intención de generar un desmarque de convenciones enquistadas.

Fotografías 10, 11 y 12
Barclay-Crousse (Museo de Sitio Julio Tello, Paracas, Perú).
Fuente: registro fotográfico de obra del archivo Barclay-Crousse, crédito imágenes: Jean Pierre Crousse.

Consecuentemente, des-ocultar un discurso implica des-naturalizar las convenciones establecidas como sentido común o leyes naturales, las cuales siempre han sido y, por lo tanto, configuran afirmaciones que invalidan lo otro, las alternativas, en síntesis, anulan los proyectos de ser –en los términos citados en los textos de Dussel (1995 y 2009)–, señalándolos como discursos que han perdido objetividad.

El sentido de lugar que el paisaje materializa nos permite interrogar el pasado (propio o colectivo, anecdótico o histórico) desde el cual reflejar presentes y proyectar futuros. No se trata de un acercamiento nostálgico o de anacronismos estériles, sino de identificar huellas de sensibilidad desde las cuales percibir nuestro ámbito de pertenencia y en esta percepción, pensar nuestras disciplinas proyectuales como vehículos emancipatorios, a los cuales deberíamos no solo proteger de los embates de la afirmación convencional impuesta, sino además dotar de tejidos comunes que sustancien compartidamente las propuestas de epistemologías independientes, sin por ello dejar de exigir rigor, consistencia, coherencia y pertinencia, pero buscando articular un campo de reconocimiento al lugar desde donde se sostienen los supuestos.

Desde el lugar propio, intentando interactuar con otros paradigmas y visiones, intercambiando, aceptando o no adscribiendo determinadas directrices, pero situando con honestidad y claridad un arraigo por el cual valoramos reconocer itinerarios de identidad, identidad que nos toca reconstruir para reflexionar dentro un paisaje que nos sustente en los sentidos, sensibilidades y significaciones que de él emergen y son al mismo tiempo sus esencias instituyentes ■


REFERENCIAS

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Notas

1. Este artículo tiene como antecedente el publicado en AREA 24 por Jorge Gustavo Stekar (2018). (Volver)

2. El ejercicio se encuentra explicado en su extensión en Stekar (2018).(Volver)

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