JOSÉ DE NORDENFLYCHT
Doctor en Historia del Arte
Director del Departamento de Artes Integradas
Universidad de Playa Ancha
Recibido
1 de noviembre de 2024
Aceptado
20 de noviembre de 2024
Reseña de libro
En este libro su autora nos promete noticias ciertas de casi 900 revistas publicadas a lo largo de 141 años, desde 1874 hasta 2015, año del comienzo del fin para el papel en las revistas, todo desplegado en apenas 236 páginas. Toda una gesta de precisión y síntesis que anuncia una enorme promesa. La autora impone como referente el soporte del papel como el atributo definitorio de una entidad material consustancial a su corpus: revistas impresas. Por lo que la pregunta con que podemos disponernos a leer este libro no es obvia, ¿qué es una revista de arquitectura?
Lo primero que define a una revista es su voluntad de futuro a partir de una progresión que se marca desde el número inicial. Esto la diferencia de otro tipo de impresos que pueden verse igualmente ágiles, coyunturales y urgentes. Regularmente es el número 1 y algunas veces el número 0. Ordinal que como promesa de futuro anuncia el advenimiento de los números que vendrán. Pero no pocas veces la energía inicial se disipa rápidamente y no aparece nunca el número siguiente. ¿Será esa una revista, aun aislada en el comienzo eterno que se instala en su portada? Y la respuesta es que sí, ya que como hemos dicho las revistas son entidades seriadas y numeradas, aún cuando muchas no pasen del número 1, o peor del 0. Cuento aparte es el extraño caso de los números “fantasmas”, como nos relata la autora en relación con la revista Summa Nº34 o la revista CA Nº 110.
Lo segundo es que mientras el libro tiende a ser individual y autoral, la revista tiene la tendencia a ser un proyecto colectivo, grupal y coautoral. Salvo escasos ejemplos como la Revista Camino, que fue editada y redactada completamente por el arquitecto chileno Osvaldo Cáceres, y que llegó a su número 251. Por lo mismo la revista instala sus contenidos en una velocidad, periodicidad y secuencia que el libro –o una colección de libros– no alcanza. Y como son empresas colectivas igualmente consideran a sus lectores como parte de una comunidad.
La lectura de este libro nos permite establecer un principio muy elocuente respecto de la construcción de las lectorías de revistas para, de y sobre la arquitectura. Y es que mientras más especificidad técnico-profesional tienen, su efecto y circulación es más acotado. Esas son las revistas para un gremio. Por el contrario, en tanto la arquitectura es tratada como un síntoma dentro de la cultura de la comunicación, su lectoría es más amplia, diversa y dispersa. Esas son las revistas sobre un tema de interés general. Obviamente todo ello incide en los volúmenes de impresión y su presencia por medio de sus estrategias de distribución. Es por ello por lo que no todas las revistas de arquitectura son iguales. De hecho, esa amplia diversidad le permite a la autora proponer una taxonomía que reconoce cuatro tipos de revistas de arquitectura: las universitarias, las estudiantiles, las institucionales y las privadas. Las revistas académicas –universitarias–, en su origen promovidas por grupos muy específicos de investigación en torno a aspectos que en general rondaban cuestiones de tipo histórico y patrimonial. Hoy esas revistas son las más presionadas para estar indexadas por agencias calificadoras de sus contenidos en el contexto del mercado del saber. Me temo que acá también van a caer las “estudiantiles”. Las revistas profesionales –institucionales–, que promueven la ilustración promocional de los trabajos de asociados y miembros de la orden. Muy útiles entre colegas, menos difundidas entre público general. Las revistas culturales –privadas o comerciales–, que dentro de su miscelánea integran contenidos de arquitectura, son igualmente interesantes. Revistas periodísticas con entrevistas a arquitectos y usuarios. Y qué decir de las inefables revistas comerciales de interiorismo y equipamientos domésticos.
Y aquí otra característica de las revistas sigue en relación con su diferencia respecto de los libros. Los libros pueden llegar a ser reimpresos y reeditados, y no una sino varias veces si es que son parte de los long sellers. En cambio, es muy raro que el número de una revista se reedite. Creo que no existe aquello, tal vez se reimpriman. Los libros son autónomos, las revistas son heterónomas. Por tanto, mientras los libros en papel son una especie en extensión, las revistas en papel que son una especie en extinción.
De esa sucinta caracterización viene la importancia insustituible de las colecciones. Los libros se coleccionan, claro. Pero un libro suelto –o separado de su colección– funciona de manera autónomo con facilidad. Pero las revistas se tienen que coleccionar. Una revista suelta puede ser muy útil para resolver una especificidad, si es que uno tiene confianza en la serendipia como método, pero luego de ello es parte de una promesa de lo que viene en el próximo número. Y si hay colecciones es porque hay catálogos, como este libro.
Hojear revistas, para la autora, es un acto político de retención de su mirada investigadora y de liberación en su palabra docente, donde se ponen en valor todos aquellos aspectos del artefacto cultural que confirman hipótesis y se abren otras preguntas ■
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De Nordenflycht, José (Noviembre de 2024-Abril de 2025). La revista como un artefacto cultural. AREA, 31(1), 1-3. https://doi.org/10.62166/area.31.1.2971